Me he resistido durante horas casi heroicamente… bueno, en fin, hice examen de conciencia y me pregunté varias veces por qué, ay, por qué no hacía caso de los consejos de mi conciencia, ¿eh?, por qué. Finalmente me respondí también varias veces pero no se las voy a detallar a usted, estimado señor, porque seguro que le da un ataque de risa, ni a usted, querida señora, porque seguro que menea la rubia cabeza y murmura sí por supuesto cómo la comprendo (después hay gentes que me preguntan por qué soy feminista, ¡pero vamos!).
Finalmente me rendí. No sin lucha: convoqué a los fantasmas de mis escritores favoritos a partir del siglo diecinueve (los de antes no porque no había diarios, revistas, esas cosas) y todos sonrieron pero se negaron a darme ánimos. Mi conciencia clama venganza, de modo que ya veremos cómo la instrumentamos…
Y entonces he aquí una notícula sobre, inevitablemente, el frío invierno. ¿Usted qué piensa, qué se representa a su ánimo, estimado señor, cuando dice eso, invierno, ¿eh?, confiéselo que yo no se o voy a contar a nadie, pero a nadie, prometo. Le adelanto qué es lo que pienso yo que usted piensa. Se le ocurre la figura de un gigantón blanco blanco porque está cubierto de nieve. Un gigantón que para colmo, sonríe, sí, sonríe burlón porque usted tiene frío y él nada de nada en lo que se refiere a bajas temperaturas: a él le encantan. Con eso basta para que yo le tome bronca, tirria, antipatía y ganas de asesinarlo. Caramba, asesinar al invierno, qué buena idea.
Mejor pasamos a otra cosa. Pensamos en el gigantón blanco y pasemos por alto la sonrisa. Porque finalmente, ¿por qué se ríe ese tipo? La respuesta no puede ser más sencilla: porque nosotros sufrimos y él es un sádico que goza con el sufrimiento ajeno. Pero ¿será posible? Y, sí: ya no hay torturadores, no por lo menos oficialmente pero extraoficialmente y calladitos, como lo de las brujas, que los hay, los hay. Calladitos y disimulando para que no se los ataque, que en cualquier taque puede pasar cualquier cosa, pero se filtran bajo la piel de señoras que pueden ser tías, maestras, y hasta novias o femmes fatales. Le juro que sí. Y ahí vienen los malentendidos y la gente que asegura, aaaah a mí me encanta el invierno. Una pregunta por qué y resulta que es porque aaaah a mí me hace mal el verano.
Bueno, a mí me encanta el verano y odio, ¿oyó?, ¿leyó? , entonces siga: y aborrezco el invierno, el frío, la nieve, los días cortos y oscuros y los muñecotes gordos blancos, uffff.