El Eje Berlín-Roma-Tokio encontró fisuras. No la alianza político-militar que naufragó hace 60 años sino la agrupación de intereses y personas de carne y hueso (generalmente, entradas en edad) afectadas por el gran engaño del país que fue e iba a ser potencia y terminó festejando el default. Es que unos arreglaron (Alemania) y otros no. Chau, club de defraudados.
Hubo una vez en que la “sensibilidad hacia las necesidades impostergables de la población” fue el argumento para desconocer las obligaciones contraídas. Eran tiempos de vértigo en la City, de valores locos y precios desbocados en que todo lo pactado en la “otra Argentina” (o sea la del 1 a 1) era automáticamente devaluado. La emergencia y el estado de necesidad fue, incluso, el argumento oficial que sustentó las presentaciones en foros internacionales y en los Tribunales de Nueva York a dónde llegaron los más diversos pedidos para ejecutar los bonos caídos en manos de inversores que no se habían acogido al generoso plan de canje propuesto por el Gobierno argentino: 65% off.
Sin embargo, hubo dos excepciones a esta regla de oro en el libro de estilo de las negociaciones (el caso del arreglo de la deuda argentina es considerado por los analistas financieros en negociación un “éxito” en vista del resultado obtenido y la poca polvareda que levantó en relación con la quita). La primera fue con los organismos internacionales: Banco Mundial, FMI, BID, etc., a los que no se les hizo ninguna quita y simplemente se les reprogramaron pagos. La otra es la recientemente celebrada con España para la devolución de su apoyo a la constitución del denominado “blindaje”, operación de rescate financiero organizada por el entonces ministro José Luis Machinea y el FMI. A la Madre Patria no se le escatima nada; según el memo del acuerdo, se le reconoce la totalidad de la deuda impaga (836 millones de dólares), más los intereses corridos (Libor más 1,40) y un plus de penalidad (otro 1%) por la demora en volver al redil de la civilización financiera. Casi nada, pero suficiente para para que el futuro sea mejor.
El “blindaje” fue una operación mediática de envergadura, con instalación en las dependencias presidenciales en donde el entonces presidente anunciaba la bisagra del nuevo país: la confianza ciega depositada por varias instituciones internacionales.
Casi un lustro después, de los 39.700 millones de dólares prometidos (13.700 por el FMI, 10.000 por los bancos, 5.000 por el Banco Mundial y el BID, 3.000 millones por las AFJP, 1.000 millones por España y el resto en canjes de deuda) sólo quedan recuerdos y algunas deudas por saldar. Y ahora, K lo hizo.
Claro que para estampar la firma tuvo que soportar la mala imagen de su antecesor y de él mismo por desconocer deudas contraídas soberanamente, que lo asemejaba a efímeros gobernantes africanos o caribeños. Luego, ante la necesidad de dar vuelta la página para anudar acuerdos de inversiones, volver sobre sus pisadas y amigarse con los anteriores contendientes. En Alemania, la gira del ministro De Vido y su visita al corazón de Siemens preanuncia que, finalmente, hay luz en el larguísimo túnel de desencuentros con la multinacional alemana, cuestionada en estos días en su país por oscuros contratos en Arabia Saudí. Claro que para eso deberán retirarse las demandas ante la CIADI por el fallido tema del sistema de los DNI digitalizados. Aún no se sabe si es que el efecto Blumberg sensibilizó el tema de seguridad en este año electoral o los demás proyectos en que la empresa germana sería contraparte: electricidad y transporte. Quizás esos mismos objetivos terminen pesando más que la cantidad de bonistas alemanes enojados por el incumplimiento. Los jubilados italianos y japoneses, probablemente correrían la misma suerte si algún negocio millonario tuviera como protagonista a intereses de ese origen.
El acuerdo con España abre las puertas para la última gran asignatura argentina pendiente en este campo: el Club de París. Aunque tarde, quizás la administración Kirchner entendió que no es conveniente estar enfrentado siempre a mucha gente. Que el adversario de hoy (los ganaderos, la inflación, la “tecnocracia” del INDEC, los fondos buitres) puede terminar siendo el socio del futuro. Que la salvación de ayer (blindaje, los bonos atados al PBI, Enarsa, etc.) es el lastre de hoy y, quizá, la llave de un próximo acuerdo.
Una extraña sensación. Como un déjà vu en el que el pasado se hace presente y por eso permite anunciar qué pasará mañana.
* En francés, “ya visto”, paramnesia o sensación de que algo nuevo ya ha sido vivido anteriormente.