Las fábulas de animales son tan eficaces como género didáctico que hasta Sócrates dedicó sus últimos días a poner en verso las de Esopo. La política incorporó algunas metáforas de animales para simplificar su construcción de sentido. Por eso Cristina Kirchner puso énfasis en no lucir como un pato rengo y Mauricio Macri, en emerger como un cisne negro. Y esa forma de rara avis que se diferencia de todo lo existente en política pudo haber llevado al flamante presidente a creer que podía hacer asumir a dos jueces de la Corte sin pasar por el Senado.
El error actual podría resignificarse si en febrero o marzo lograse que el Senado le aprobara sus dos designaciones, pero en cualquier caso lo que se puede analizar es el sistema de toma de decisiones de Macri, que probablemente lo conduzca a una mayor cantidad de errores y aciertos de los que en promedio produce el ecosistema político tradicional. El modelo de gestión de Macri está inspirado en la lógica del mundo empresarial, en el cual para tener éxito hay que tomar riesgos, espíritu animal que Keynes explicó económicamente como “un resorte espontáneo que impulsa a la acción de preferencia a la quietud”. Y quien toma riesgo debe al mismo tiempo saber corregir rápido (el proverbio indica que “la persona acostada nunca se cae”), por eso Macri avisa todo el tiempo que va a cometer errores. Cuando se habla de la audacia de sus primeras medidas de gobierno, ¿qué mayor antecedente de audacia política que haber fundado un partido político aspirando a llegar a la presidencia en diez años?
El problema es que el paradigma ejecutivo y de gestión, donde la distancia entre decisión y acción es mínima, requiere para funcionar con más aciertos que fracasos determinadas condiciones que no se dan en la administración del caos continuo de lo público. Y éste es el gran desafío de la administración Macri: cuánto de las técnicas experimentadas en ocho años de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con un Poder Legislativo unicameral, sin Senado, y donde el PRO no tuvo mayoría pero tampoco el peronismo la tenía, es aplicable a nivel nacional. Y cuánto de las técnicas de la vida empresarial que aportan los CEO incorporados al gobierno nacional –otros cisnes negros de la política actual– es compatible con la política.
Un detalle no menor es la remuneración de estas personas: dado que nadie puede ganar más que un ministro, ¿es posible que personas acostumbradas a ingresos mucho mayores puedan mantenerse mucho tiempo llevando a su casa cincuenta mil pesos por mes? Es distinto el caso de quien después de retirarse tras una exitosísima carrera en Shell como Aranguren ya está hecho, al de Isela Costantini, que con veinte años menos deja General Motors. Hubo empresas en el mundo que contribuyeron con pensiones a sus ejecutivos que pasaban a la actividad pública, pero en cualquier caso el sistema de contar con ex CEOs cobrando mucho menos que en la actividad privada no es sustentable por mucho tiempo sin correr el riesgo de caer en alguna ilegalidad. Cavallo, que había sincerado que no podía vivir con menos de diez mil dólares mensuales, terminó condenado por los sobresueldos, y la crisis en Brasil comenzó por el caso del Mensalão, la mensualidad que recibían de sobresueldos los principales funcionarios.
Pero hoy el problema de Macri, como el de todo presidente no peronista, es que no puede aprobar leyes que contradigan la voluntad del peronismo, que es mayoría en el Senado. Tanto Alfonsín como De la Rúa tuvieron sus presidencias marcadas por un fracaso en el Senado. Alfonsín con la “ley Mucci” de reforma sindical, que no sólo no fue aprobada, sino que derivó en los 13 paros generales que contribuyeron a destruir la economía. Y De la Rúa, con la llamada “ley Banelco”, que para aprobarla se sobornó a los senadores peronistas y derivó en otro escándalo.
El gran desafío de Macri es el Congreso, especialmente el Senado, y se podría interpretar psicológicamente que haya provocado justo a aquello que lo amenaza mientras que en todo lo demás se haya mostrado conciliador y dispuesto a la negociación. La tensión puede precipitar a quien se siente amenazado a adelantar el enfrentamiento. Alfonsín envió al Congreso la ley de reforma sindical sólo 11 días después de haber asumido como presidente y terminó logrando lo opuesto a lo que buscaba al unir a todo el peronismo.
Si Macri logra dividir a los senadores peronistas, se garantizará gran parte de la gobernabilidad. Ese es su gran partido; el conflicto no es con Lorenzetti como interpretaron inicialmente algunos analistas, sino con el Senado.
Otra característica de la cadena decisoria en la actividad privada que potencia su velocidad ejecutiva es la delegación de la que Macri es exponente: ni siquiera conoce personalmente a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, sus candidatos a reemplazantes de Fayt y Zaffaroni. Al revés, Néstor Kirchner hacía micromanagement manejando personalmente detalles de todo tipo. Lo que es virtud en una época se transforma en defecto en la otra porque el éxito tiñe todo de virtud, como el fracaso, de defecto. Macri precisa tener éxito, algo que no tuvieron los otros presidentes no peronistas que sufrieron el Senado en contra. Al igual que Néstor Kirchner, asumió con poco caudal electoral porque el 22% que obtuvo el Frente para la Victoria en 2003 es tan poco como la diferencia de sólo 2,7% de Macri en 2015, y en un ballottage la diferencia se reduce a la mitad porque, al elegir entre dos candidatos, bastaba que sólo 1,3% más votase por Scioli para que hubiera empate.
Macri asumió tan débil como Néstor Kirchner y precisa generar mucho consenso social para que los senadores peronistas, aun contra sus deseos, no puedan oponerse abiertamente a las medidas que envíe el Presidente al Congreso. La evolución de la economía de enero le permitirá en febrero dividir a los senadores peronistas y comenzar construyendo poder como Néstor Kirchner o perdiéndolo como Alfonsín.