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Dónde estamos sentados

Presto siempre mucha atención a las notas a pie de página. En parte por los trucos allí dispuestos por Borges en Pierre Menard, autor del Quijote; en parte, por supuesto, por el célebre cuento de Rodolfo Walsh llamado, precisamente, Nota al pie.

jorge luis borges 01102018
Jorge Luis Borges. | Cedoc Perfil

Presto siempre mucha atención a las notas a pie de página. En parte por los trucos allí dispuestos por Borges en Pierre Menard, autor del Quijote; en parte, por supuesto, por el célebre cuento de Rodolfo Walsh llamado, precisamente, Nota al pie. Y en parte por aquella observación de Walter Benjamin de que “no siempre lo más importante que se tiene para decir se dice en voz más alta”.

No iba a pasarme desapercibida, entonces, de ninguna manera, la nota a pie de página que Juan José Sebreli y Marcelo Gioffré gentilmente me dirigen hacia el final del libro Entrevistas irreverentes (Sudamericana, 2018), del que por su amabilidad formo parte. En referencia al Fútbol para Todos, del que se habló en aquella conversación y por el que entonces expresé entusiasmo, en nota al pie plantean: “Después de los escándalos de corrupción de la FIFA, de la AFA y del kirchnerismo, pensamos que Kohan habrá hecho una autocrítica de esta posición”.

Estimados entrevistadores míos: los defraudaré. Ocurre que en mi casa, durante toda mi infancia, veíamos casi sin falta el programa Tiempo nuevo, conducido por Bernardo Neustadt y el doctor Mariano Grondona. Lo tendrán presente, sin dudas. De aquellas penosas horas pasadas frente a la turbia pantalla, dos cosas buenas extraje, pese a todo: una, mi primer contacto con la música de Astor Piazzolla; la otra, quedar para siempre vacunado contra el argumento falaz que pretende que, ante la ineficacia estatal, deplorable sin dudas, o ante la corrupción estatal, deplorable sin dudas también, no hay otra solución que promover las privatizaciones, los negocios empresariales, y las restricciones monetarias.

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Cabe discutir, por cierto, qué destino se da o no se da a los fondos públicos en cada caso (Macri, recordemos, prometió mantener Fútbol para Todos; luego resultó que había mentido). Pero con la trampa ideológica que lleva de la corrupción de Estado a la necesidad de privatizar, a mí no me agarran. Por lo demás, si de limpidez se trata, no comparto para nada el criterio de Sebreli y de Gioffré de que ahora, con la televisación paga, no hay entongues ni matufias; ni comparto la presunción de que no hay más fondos públicos involucrados en esos oscuros manejos.

Del fútbol dice Sebreli que es “para la gilada”. Se equivoca, según creo, con tal generalización; pero se equivoca mucho más, me parece, si aplica la expresión solamente para el fútbol.