Cuando terminó el G20 los sectores más arcaicos de nuestra sociedad tuvieron algunas reacciones provincianas. La primera fue preguntar cuánta plata nos habían dejado los visitantes, haciendo cuentas entre lo que se perdió porque no operó el puerto, no abrieron algunos comercios y otros eventos semejantes, y el dinero que se obtuvo de los visitantes.
Conservadores provincianos. La mentalidad avivada, sin perspectiva estratégica, es propia de las elites más conservadoras, tanto de izquierda como de derecha. Se constató una vez más la existencia de la brecha que existe entre ellos y la mayoría de la gente, que estaba feliz de que el G20 haya tenido lugar en nuestro país.
Los ciudadanos comunes tienen sentido común y se dan cuenta de que la integración al mundo es algo que traerá en el mediano plazo enormes ventajas para los argentinos. Intentamos que el país se integre al grupo de países más ricos del mundo y vimos que eso era posible por la forma en que los mandatarios visitantes trataban a nuestras autoridades y veían al país. Eso era más importante que cobrar una propina por el uso del local.
Otra actitud provinciana fue decir había terminado el sueño, la carroza se convirtió en calabaza, debíamos olvidarnos de los delirios de grandeza y ser lo que somos, un país sin remedio, en manos de políticos que hacen negocio con la pobreza para ganar las elecciones o para chantajear al Estado cuando son oposición. Viven consiguiendo planes sociales para pagar activistas que participan en sus campañas electorales y en las movilizaciones que organizan para incrementar el negocio.
En el campo internacional estos personajes creen que debemos olvidarnos del mundo desarrollado, dedicarnos a discutir sobre los gobiernos militares de Cuba, Nicaragua y Venezuela, escombros de economías centralmente planificadas, que destruyeron a los productores y usaron la plata del Estado para reproducir la pobreza. En los tres casos un porcentaje importante de la población debió irse a países en donde la indigencia no sea tan insoportable.
Supimos ser anfitriones de los mandatarios que representan a los países que producen el 80% de la riqueza global
Actitud. Pero la mayoría de argentinos tuvo otra actitud. No quiere dictaduras, prefiere que no exista pobreza, quiere integrarse al mundo desarrollado en el que el trabajo y el consumo permitan que la vida sea mejor.
Supimos ser anfitriones de los mandatarios que representan a los países que producen el 80% de la riqueza global, vimos a nuestro presidente actuando con innegable liderazgo en la reunión; en sus discursos habló de los temas que interesan actualmente. Empezamos a ser aceptados como pares entre quienes lideran el mundo como fruto de un trabajo sostenido de Mauricio Macri, de muchos funcionarios del servicio exterior y del conjunto del gobierno, y así va cambiado el rostro del país.
Mirando la reunión pudimos comprender que quienes dijeron que ellos estaban muy interesados en apoyarnos en contra de "los fondos buitre" nos mintieron. Un problema de una cuantía menor a lo que Facebook perdió en un día con sus acciones no podía estar en su agenda. Es un tema irrelevante para enormes países que progresan, cumplen con sus obligaciones, compiten, hablan de temas bastante más grandes que la sentencia de un juez de Nueva York.
Pasado. No debemos pensar que el G20 acabó y que estamos condenados a volver al pasado. El ideal de pobreza cero es posible y lo están logrando China y la India, donde han salido de la pobreza cerca de mil millones de personas, casi el doble que la suma de la población de todos los países latinoamericanos.
Vimos en Buenos Aires que es posible el ingreso por la puerta grande de Argentina al grupo de países más ricos del mundo. Necesitamos hacer transformaciones que demandan tiempo y esfuerzo pero la meta es posible.
Ningún país se desarrolla sorprendiendo a un grupo de turistas ricos en dos días de fiesta, sino después de años de esfuerzo en una misma dirección: economías de mercado, competencia, fomento del trabajo, respaldo a la actividad empresarial, orden, combate al delito. En algunos casos esto ocurre en democracias parecidas a las occidentales, en otros son Estados comunistas o monarquías absolutas, pero la economía capitalista está en todos los países que progresan.
Necesitamos superar el típico ombliguismo latinoamericano y abrir nuestra mente a un mundo que es enorme, diverso, complejo, contradictorio, pero es allí en donde estamos obligados a encontrar el lugar que nos permita participar y competir con países de una sociedad global que se estremece con la revolución tecnológica. En una columna anterior llamé la atención sobre las experiencias de China y de India que han sacado de la pobreza a cerca de mil millones de personas. Pero en los países del G20 hay varios países más a los que debemos acercarnos para ser socios en los nuevos tiempos.
Estados Unidos y la Unión Europea han sido nuestros socios estratégicos privilegiados. Debemos fortalecer las relaciones con ellos
Japón. Después de Estados Unidos y China la economía de Japón es la tercera a nivel mundial. Un país con una cultura milenaria y apasionante que supo hacer una síntesis de sus tradiciones con la economía de libre mercado y la tecnología. Desde hace medio siglo el gobierno y las industrias cooperan dentro de una cultura que tradicionalmente rindió culto al trabajo. En Japón nadie pensaría en formar un partido piquetero y subsidiar para que se mantenga la pobreza. El desarrollo tecnológico ha sido extraordinario gracias a la existencia de una población preparada, que compite duramente desde los primeros años de la escuela.
Es un país insular, con poco terreno fértil, conmovido frecuentemente por sismos que ha logrado ser la tercera economía más importante del mundo con una población de 126 millones de habitantes, semejante a la de México. Las calles de Tokio, Kioto, Nara y otras ciudades están siempre limpias como una mesa; la literatura y el arte son extraordinarios. En Japón está la sede del Go, el juego estratégico más interesante de la historia.
La economía japonesa gira en torno a los productos manufacturados, la tecnología, vehículos, artículos electrónicos y la industria del acero. Existe gran colaboración entre productores, fabricantes y distribuidores reunidos en grupos conocidos como keiretsu. Existe para la mayoría de los trabajadores la garantía del empleo vitalicio.
El actual primer ministro, Shinzoō Abe, líder del Partido Liberal, ha dado un renovado impulso a la economía. Los medios hablan de la “Abenomics”, la solución económica a la japonesa que promueve la inversión de capital en las empresas. Las relaciones entre Japón y Argentina se han incrementado en los últimos años en buena parte por el trabajo de Noriteru Fukushima, su embajador en Buenos Aires.
Islámicos. Estuvo en el G20 Arabia Saudita, país simbólicamente líder de los países islámicos, otro mundo que debemos explorar, dispuesto a invertir y ser socio de Argentina en la nueva etapa. No debemos olvidar que de los quince países más ricos del mundo, seis son islámicos: Catar, Brunei, Kuwait, Emiratos Arabes, Arabia Saudita, Baréin. Es posible tener buenas relaciones con ellos comprendiendo que son distintos. Por solo citar un ejemplo, las niñas pueden casarse. El artículo 1.041 del Código Civil de la República Islámica de Irán determina que las niñas pueden comprometerse antes de los nueve años, y casarse a los nueve. En 2018 más de 60 mil menores de diez años se casaron en esos países. Demás está decir que no se casan, sino que las casan sus padres. Esta costumbre tiene su origen en que Mahoma cuando tenía 54 años se comprometió con una de sus esposas, Aisha, que tenía seis años y consumó el matrimonio cuando tenía 9.
Casi todos los países que se formaron con la gran emigración europea que se inició en 1850 están en el G20. La crisis provocada por los problemas sociales propios de la industrialización, la crisis de la papa de Irlanda, y otras penurias provocaron la emigración masiva de europeos que buscaron nuevos destinos. Australia, Canadá, Estados Unidos, Argentina, miembros del G20, se formaron en ese momento. Todos ellos tenían enormes recursos humanos y naturales, se organizaron en democracias liberales y tres llegaron a un alto grado de desarrollo. Argentina debe ponerse al día para ocupar su lugar.
Es obvio que los Estados Unidos y la Unión Europea han sido nuestros socios estratégicos privilegiados. Además de la misma Unión forman parte del G20 Alemania, Francia, Italia, y el Reino Unido. Somos un país que pertenece a la cultura occidental y nuestra participación en el G20 debe ayudar a fortalecer las relaciones con estos países.
El mundo es enorme y diverso. Debemos cambiar nuestras cabezas para aceptar las diferencias, aprender a respetar a otros justamente porque son diversos y aprovechar las relaciones con ellos para construir un mundo mejor para todos los seres humanos.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.