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El combate perpetuo

Agraviaron con palabras soeces a las máximas autoridades de la política nacional y provincial, representantes legítimos del pueblo soberano.

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Agraviaron con palabras soeces a las máximas autoridades de la política nacional y provincial, representantes legítimos del pueblo soberano. Vaya y pase: que insulten cuanto quieran. Luego arrojaron por pura hostilidad huevos y cereales, lo que es decir su producción, en la puerta de la sede de la gobernación de Entre Ríos. Y bueno: que tiren lo que quieran. Pero después, aunque no mucho después, y no conformes con lo ya hecho, dieron aun un paso más: pintaron de negro un busto de Eva Perón, que está emplazado justo enfrente de la Casa Gris (no negra, sino gris) donde el gobernador ejerce el mando. El busto de Evita pintarrajeado: eso no, eso sí que no, eso ya es intolerable. Ahí sí que se les fue la mano a los productores rurales entrerrianos, a los que Alfredo de Angeli inspira y conduce, en su protesta contra Sergio Uribarri en lo particular y contra el oficialismo político en general. Porque una cosa es agraviar, de hecho o de palabra, a las personas reales y en el tiempo presente. En esa dimensión, la de la realidad y el presente, siempre hay un margen atendible para la agresión o para el acuerdo. El mundo del pasado, el mundo de los símbolos, es en cambio el mundo infinito del combate perpetuo. Lo entendió muy bien Leopoldo Marechal en Megafón o la guerra. La guerra del peronismo y del antiperonismo se libra sobre todo en el pasado, y en los símbolos de ese pasado. Y cuanto más anacrónicos suenen los términos de esa disputa, más actuales son pese a todo. ¿Es la lucha de las fuerzas cívicas en contra del populismo fascista o es la lucha del proyecto nacional y popular en contra de la oligarquía gorila de la rancia Sociedad Rural? Justamente: es una guerra de términos, una lucha que se libra para dirimir cuáles son los términos de esa lucha. Entonces, los símbolos importan, y mucho. Carlos Gamerro había llevado esta cuestión hasta sus últimas consecuencias en La aventura de los bustos de Eva. La realidad, que no se aquieta, y que se deja decir por la literatura pero a menudo también le contesta, acaba de agregarle un capítulo más a esa novela.