Guardo textos que hace cuarenta años usé en mi carrera de Medicina. En su momento me transmitieron los conocimientos más adelantados, pero cuando hojeo sus páginas, me sorprende lo anticuado de la información y de muchos conceptos.
Un inventor estadounidense, Fuller, graficó el ritmo vertiginoso del conocimiento analizando una serie de variables (Knowledge Doubling Curve). Estableció que a mediados de 1700 se produjo la primera duplicación desde el comienzo de la era cristiana; en 1900, la humanidad duplicaba su saber cada cien años; en 1945, cada 25 y en 1975 cada 12. Hoy se calcula que la tasa no supera los dos años, y el producido en la historia de la humanidad es equiparable al de los últimos diez años. Más importante que saber es la capacidad de aprender, y presenta grandes desafíos en la relación a establecer con el conocimiento y las capacidades a desarrollar para un vínculo eficiente con él.
Cambios. Todo el sistema educativo se sustenta sobre el paradigma “del saber” como valor máximo, pero en el mundo que viene éste ya no será tan relevante. La sociedad exigirá flexibilidad para “aprender a aprender” como eje central. El saber evolucionará tan rápido que el conocimiento será efímero en términos de aplicación y entender los contextos, extraer la lógica de los procesos y estimular el pensamiento abstracto, se convertirán en virtudes estratégicas.
En el siglo XIX hubo más cambios de paradigmas que en los 900 años previos y en los primeros veinte del siglo XX más que en todo el XIX. En el XXI el cambio será mil veces más acelerado que en el siglo anterior. La educación profesional en salud no se desarrolló al ritmo de esos retos, por la existencia de planes de estudio fragmentados y estáticos con desfasajes entre competencias y enfoques técnicos estrechos sin una comprensión conceptual amplia: encuentros episódicos en lugar de cuidado continuo de la salud, orientación hospitalaria a expensas de atención primaria, desequilibrios cuanticualitativos en el mercado laboral profesional y liderazgo débil para mejorar el desempeño de los sistemas de salud. Los esfuerzos realizados, para enfrentar esas deficiencias en su mayoría, han fracasado, en parte por el “tribalismo” de las profesiones (tendencia a actuar en aislamiento o incluso franca competencia unas con otras) y es necesario rediseñar y reexaminar seriamente la educación en salud.
Como en otros países de América Latina, gran parte de las capacidades científico-tecnológicas se concentran en universidades, y con frecuencia las agendas universitarias, sus estructuras y políticas prevalecientes y los sistemas de incentivos generan dinámicas escasamente conectadas con las necesidades cotidianas de las personas.
La conexión de investigadores e instituciones con la comunidad no suele ser suficientemente intensa para promover circuitos innovativos y espacios interactivos de aprendizaje que la solución de tales problemas reclama. En interacción con el mercado laboral, los servicios educativos generan fuerza laboral que satisface la demanda de profesionales en el sistema de salud, pero para lograr un efecto positivo en los indicadores, se deberán diseñar nuevas estrategias de instrucción y desarrollo institucional.
DesafТos. Las instituciones tienen el deber de enseñar pasando del aprendizaje informativo, adquisición de conocimientos y habilidades, para producir expertos, a uno formativo que socialice a los estudiantes alrededor de ciertos valores, para producir profesionales, y otro transformativo que desarrolle cualidades de liderazgo; para producir agentes de cambio ilustrados. Pasar de memorización de hechos a búsqueda, análisis y síntesis de información que conduzca a la toma de decisiones; de búsqueda de credenciales profesionales a adquisición de competencias para un trabajo en equipo efectivo dentro del sistema de salud, y de adopción acrítica de modelos a adaptación creativa de recursos para enfrentar prioridades.
En esa visión, todos los profesionales deberán educarse y comprometerse con el razonamiento crítico y una conducta ética, y hacerse competentes para participar en sistemas de salud centrados en el paciente y como miembros de equipos localmente responsables, para asegurar cobertura universal de servicios integrales de alta calidad, que mejoren la equidad dentro de nuestro país. Deberá desarrollarse un conjunto de actitudes, valores y conductas como base de una nueva generación de profesionales que complementen su aprendizaje de especialidades como expertos con sus roles como agentes de cambio, competentes administradores de recursos y promotores de políticas públicas basadas en evidencia.
Las universidades deben hacer los ajustes necesarios para dominar las nuevas formas de aprendizaje transformativo transitando de la tarea tradicional de transmitir información, a la de desarrollar competencias para acceder, analizar y utilizar el conocimiento. La educación en valores de las nuevas generaciones profesionales es imperativo de toda sociedad que tenga como centro de atención al hombre, pues, como fenómeno de la conciencia social orientan la actuación de los hombres, constituyen los sueños que guían su quehacer y son expresión ideológica de sus intereses.
Se asegura que con la llegada de la “internet de las cosas” (objetos conectados a la red por sensores recogiendo información de modo permanente) el mundo duplicará la información que posee cada 11 horas. Si esto ocurriese no sería descabellado pensar que mucho de lo que un universitario estudie durante la mañana se convierta en obsoleto al anochecer del mismo día. Así, no debería sorprenderme que mis viejos libros de texto sean absolutamente obsoletos y la mayoría de sus conceptos no sean válidos ni aplicables. La información entonces será un commoditie, los valores perdurarán.
*Rector de la
Universidad ISALUD.