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El desafío de Nacho López a los periodistas

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Homenaje. Fue el viernes en Perfil, durante el Día del Periodista. Participaron un centenar de colegas de todos los medios, edades, estilos y percepciones políticas. | Helena Obregon

Hubo una vez un hombre que, en medio de la dictadura más sangrienta que vivió el país, se paró frente a quien la comandaba y le preguntó sobre los desaparecidos. Que era preguntarle sobre los miles de personas de los que se desconocía su paradero, pero se presumía que habían sido asesinadas por aquellos militares. Como finalmente la Justicia probó.

Fue el 13 de diciembre de 1979, cuando el sólo hecho de escribir en un medio o mencionar en público aquella palabra podía ocasionar la muerte.

Ese día, pasaron dos cosas extrañas.

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Una fue que el número uno de aquella dictadura, Jorge Rafael Videla, concedió una conferencia de prensa en la Casa Rosada. La otra, que un periodista se animó a hacerle una pregunta en serio.

El periodista que lo hizo fue José Ignacio “Nacho” López, quien ante las caras azoradas de los colegas y militares que lo rodeaban, dijo lo siguiente: “El último domingo de octubre, el papa Juan Pablo II se refirió a la Argentina de distintas maneras y, entre otras cosas, habló de los desaparecidos y de los detenidos sin causa, sin proceso. Le quiero preguntar si usted le ha contestado reservadamente al Papa y si hay algunas medidas en estudio”.

Videla acorralado por un periodista. Vale la pena volver a ver ese momento. Los segundos que pasan entre que López termina de preguntar y un Videla que no atina a responder, por no dar crédito a lo que acababa de escuchar. Lo encuentran en perfil.com.

Entre titubeos, el general que decidía sobre la vida y la muerte de las personas, improvisó nervioso palabras evasivas para no responder y para que el periodista tomara conciencia de lo que le podía pasar si insistía.

Ahora no hay una dictadura, pero sí colegas que vuelven a sonreírle al poder de turno. La mayoría no es así

No le dijo: “Escuche López, esto es una dictadura, ya desaparecieron decenas de colegas suyos, supongo que usted no querrá ser el próximo”.

Videla no le dijo eso, pero en su mirada, en su tono y en ese contexto, estaba implícito que el periodista se debía dar por satisfecho y agradecer si seguía con vida.

Pero eso no fue lo que sucedió.

Lo que sucedió fue que Nacho hizo lo que un periodista debía hacer, aunque le costara caro.

Entonces repreguntó: “Yo le preguntaba si había otras medidas que pudiera estar estudiando el Gobierno. Porque el Papa hizo una solicitud para solucionar este grave problema.”

Videla y esa dictadura podían disponer del mayor aparato represivo conocido en la historia argentina, pero ese día se vio obligado por un periodista a oficializar la palabra “desaparecido”. Y dijo lo que quedará para siempre en la memoria: “Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera tendría un tratamiento equis. Y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tendría un tratamiento zeta. Pero mientras sea un desaparecido, no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto ni vivo. Está desaparecido”.

Al día siguiente, los medios informaron sobre la conferencia de prensa, pero sin mencionar ese pasaje (la excepción fue el diario La Prensa, quien por esa época mostraba afinidad con aquel gobierno). Sin embargo, dos días después, el 15 de diciembre, los medios sí debieron tratar el tema de los desaparecidos. Ocurrió que la Iglesia Católica (cuya cúpula era contemplativa con la dictadura) se vio forzada a retomar la respuesta de Videla ya que el Papa había quedado en el medio.

Un Día del Periodista muy especial. El viernes pasado, Día del Periodista, Nacho López recibió dos homenajes. Uno en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y otro en Perfil.

El acto en nuestra redacción convocó a periodistas de distintos medios, edades, estilos y percepciones políticas. Hubo presencias y videos con mensajes, que expresaban esa pluralidad: Joaquín Morales Solá, Robert Cox, Ernesto Tenembaum, Carlos Pagni, María O’Donnell, Ricardo Kirschbaum, Horacio Verbitsky, Ricardo Roa, Romina Manguel, Marcelo Bonelli, Nelson Castro, Silvia Naishtat, Jorge Fernández Díaz, Pablo Sirven, Norma Morandini, Jorge Lanata, Luis Novaresio, Cristian Alarcón, Nancy Pazos, Marcelo Longobardi, Daniel Santoro, Hinde Pomeraniec, Silvia Mercado, Eduardo van der Kooy, Roberto García, Alfredo Zaiat, Ingrid Beck y Luciana Geuna, entre un centenar de colegas invitados y de los propios medios gráficos, digitales y audiovisuales de Editorial Perfil.

Al recibir su distinción, Nacho López sostuvo: “Nosotros podemos demostrar que siendo respetuosos del ejercicio de la libertad de expresión y respetando los valores que caracterizan al periodismo, podemos contribuir a mostrar que una sociedad puede volver a tener una conversación social con sus dirigentes y que pueden volver a tener capacidad de construir juntos. Eso es la política.”

Desde Perfil, estamos convencidos de que no habrá progreso en el país si antes no se recupera la “conversación social” entre ciudadanos y dirigencia para “volver a tener la capacidad de construir juntos”, como Nacho nos desafía a intentar.

Reconocer al otro. La convocatoria del viernes en Perfil fue un intento explícito para lograr ese objetivo. El intento por recuperar esa conversación perdida entre personas que claramente no piensan igual. Empezando por nosotros y nuestra profesión.

Criticamos la incapacidad del Presidente para aceptar las opiniones que no coinciden con las suyas, pero hoy a los periodistas nos suele invadir la misma intolerancia frente al que piensa distinto.

Nos justificamos, consciente o inconscientemente, en la intolerancia recibida en el pasado de otros colegas y de otros poderes políticos. Con toda la razón que puede asistir a unos y otros, la dificultad para recuperar “la conversación social” entre los propios periodistas es un ejemplo de lo complejo que es recuperar el diálogo que nos pide López en el resto de la sociedad y en su dirigencia.

“Los periodistas –dice Nacho– debemos hacer nuestra contribución para que la sociedad recupere el debate; que puede ser empinado, fuerte, pero debe ser respetuoso. Tenemos que enriquecer el concepto de 1983, recuperar la unidad nacional.”

Este Gobierno y los que lo antecedieron, pueden creer que las agresiones y la violencia verbal son mecanismos eficaces para construir enemigos y generar poder. Y conseguir que esa convicción derrame hacia una sociedad que promueve y replica ese estilo de relacionamiento.

Nacho nos desafía a que el periodismo tome partido, frente a tanta agresión, para recuperar el diálogo social

Quizá en el corto plazo, dirigentes y dirigidos obtienen algún tipo de recompensa (el éxito electoral en unos; la catarsis frente a tantas desilusiones, en otros), pero en el mediano plazo lo único que garantiza la profundización de la grieta es el fracaso seguro de todos.

El ejemplo de Nacho. Puede ser que José Ignacio López nos pida demasiado cuando insta a los periodistas a protagonizar la reconstrucción del diálogo social, a no ser partícipes de la misma violencia que recibimos desde el poder político y de nuestras audiencias (“Los insultos pueden dar rating, pero eso no es periodismo”, advirtió el viernes).

Pero también es cierto que más difícil era preguntarle en la cara a Videla por los desaparecidos. Y repreguntarle cuando el dictador había evitado contestarle. Mientras otros colegas sólo eran capaces de sonreírle al poder y de silenciar los ataques de esos militares hacia otros periodistas y otros ciudadanos.

Ahora no hay una dictadura, aunque sí algunos periodistas que vuelven a sonreír en lugar de preguntar y a silenciar en lugar de denunciar.

La mayoría no es así. La mayoría pretende ejercer su profesión lo más dignamente posible.

No nos unen las mismas ideas. Nos unen nuestras diferencias y la profesión más linda del mundo.

Ojalá podamos inspirarnos en Nacho y asumamos el desafío que nos propone de contribuir a reparar lo que nunca debió estar roto.