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El G7, Obama, Grecia y Turquía

Hay una carestía de inteligencia política que impide a los hombres –metrónomo de Bruselas y las Bolsas– leer la historia europea y honrarla, dando un paso hacia el cambio necesario.

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La última reunión del G7 (Schloss Elmau, Krün, Alemania) dejó tela para cortar. Del grupo forman parte Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá.

Causaron reacciones los dichos del ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, quien mantuvo que las propuestas de la Unión Europea respecto de la deuda tenían el único propósito de “aterrorizar al gobierno griego (…), que no se deja asustar”.

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Una fue la del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quien replicó que esperaba que el premier Alexis Tsipras hiciera una propuesta alternativa, dado que por muy amigo que sea “se deben respetar algunas reglas”; descartó la salida de Grecia del euro. Si amigo es alguien con quien uno puede seguir pensando en voz alta, Juncker lo es de Tsipras: más explícito no pudo ser. El miércoles 10, Tsipras se reunió con Angela Merkel y Hollande, en procura de pavimentar un camino practicable, que, según rumores de momento, extendería el rescate.

Si, como decía Aristóteles, es verdad que “algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud”, entonces Matteo Renzi también lo es. Declaró que había confiado a “Alexis que hinchamos por Grecia”, pero que tiene que hacer las reformas que hizo Italia. “Es impensable que Italia, que ha dejado de pagar las ‘baby pensioni’, acepte que se les pague a los griegos”. Son “baby pensioni” (jubilaciones para “niños”) los desembolsos previsionales que hace el Estado a trabajadores del sector público que aportaron poco tiempo o que se retiraron jóvenes. Otro que no anduvo con vueltas.

El lunes 8, después de reunirse con su contraparte alemana (Wolfgang Schäuble), Varoufakis se limitó al turbador: “Fue una charla productiva”. Hasta ahora, entre las concesiones alternativas que Grecia está dispuesta a hacer no aparece el sistema previsional.

Respecto de su receta para salir de los arrecifes en el marco mayor de la Unión, Renzi sostuvo que Italia estaba en línea con los Estados Unidos, en el sentido de que era necesario redoblar esfuerzos para sostener el crecimiento y la inversión. Tal vez aún no hubiera escuchado lo que el portavoz de la Casa Blanca dijo que le había dicho Obama a Merkel: es importante que Atenas y sus socios europeos encuentren una solución “que no cause volatilidad en los mercados”, expresión polisémica. A propósito de ello, la victoria  de Erdogan en Turquía −más estrecha de lo deseado (por él)− “agravó las tensiones relativas a las políticas económicas” (Financial Times) e hizo caer la moneda doméstica y la Bolsa. ¡El mercado!

Barack Obama −junto a Merkel− había anticipado que además del cambio climático y otros difíciles desafíos (pareció aludir a Ucrania, a la que sí mencionó en el pequeño Krün), discutirían “de un fuerte crecimiento que cree puestos de trabajo  y de una perspectiva de expansión sostenida de la Unión Europea”. En cuanto al clima, los países del G7 presentaron sus propuestas para reducir las emisiones contaminantes a partir de 2020.
La severidad respecto de Rusia y Grecia reforzó por un lado la unidad del G7 ante el asunto Ucrania y por el otro agitó nuevamente el fantasma de “Grexit”. Ha escrito Lluís Bassets que es difícil concebir que tanto Bruselas cuanto Washington permitan “la primera deserción del euro y una pérdida geopolítica del calibre de Grecia en favor de la Rusia de Putin”, entrelazando la puerta del Hades con la Avenida Nevski. Y añade que si a eso se sumara el adiós de Londres a la Unión Europea, “sería la prueba de que se ha gripado la fábrica de democracia, estabilidad, prosperidad y seguridad”.

Se cita como ejemplo de puesta en riesgo de los valores democráticos a lo que sucede en Turquía, donde mientras existió la perspectiva de un ingreso a la UE, el sistema fluctuó razonablemente en el marco de una sociedad islámica abierta, y cuando las posibilidades comenzaron a desvanecerse, viró hacia un presidencialismo conservador y autoritario.

En las elecciones del domingo 7, el partido del premier Recep Tayyip Erdogan (de la Justicia y el Desarrollo, AKP, islamista moderado), ganó las legislativas pero perdió la mayoría absoluta que tuvo en los tres anteriores. El Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP, izquierdista y pro kurdo) sobrepasó la barrera electoral del 10% a nivel nacional −requisito para obtener representación parlamentaria−, lo que fue celebrado con bengalas en las calles de Diyarbakir y Estambul.

Habrá que aceptar que la UE es menos importante para Turquía que lo que Bassets cree. Un triunfo que le hubiera dado 330 asientos (obtuvo 258; para la mayoría necesitaba 276), lo dejaba sobre el ingreso a una reforma constitucional en la que el presidente (hoy cabeza de Estado) hubiera tenido más poderes a fin de “incrementar la eficiencia”.

Pensando en el futuro de la UE, aparece la necesidad de explicar las debilidades de una fortaleza ya no rotunda. La primera es que las fórmulas vitamínicas elaboradas en el centro de control europeo no toman en cuenta que el motor continental no funciona con los mismos aditivos. Y la segunda es que se percibe una fatiga espiritual, un hartazgo de los menores de 45 años con las recetas rumiadas una y otra vez, con los mismos textos litúrgico-financieros cantados lunes tras lunes en Frankfurt, Bruselas, Berlín, Londres...

Hay una carestía de inteligencia política que impide a los hombres −metrónomo de Bruselas y las Bolsas– leer la historia europea y honrarla, dando un paso hacia el cambio. Enfundados en una cápsula hecha de codicia, cálculo y recelo, no reconocen espacio a la opción de una alternativa política salvadora de los europeos, sus paisajes y recursos.

El presente continuo es un útil tiempo verbal, pero una pésima receta para la conservación del poder, máxime si viene acoplado a una reiteración y puesta en “automático” de prescripciones de medicamentos con fecha vencida.

Los europeos han venido redibujando el horizonte durante unos doce siglos. Así llegaron adonde hoy están. No es bueno cerrar la posibilidad de volver a dibujar uno mejor, incluyendo un arco iris.