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El libro para el verano

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Virginie Despentes | Cedoc Perfil
Allá por el año 2000 se estrenó en la Argentina una película titulada Viólame, infame traducción de Baise-moi (que hasta los españoles tuvieron la delicadeza de convertir en Fóllame). La dirigieron Virginie Despentes, autora de la novela homónima, y Coralie Trinh Thi, la actriz pornográfica que la coprotagoniza. Me acuerdo poco de la película, pero me gustó mucho: era un raid homicida y sexual de dos mujeres decididas a divertirse y a vengarse de los hombres.
 
Durante más de quince años, Virginie Despentes durmió en un rincón de mi memoria, aunque siguió filmando, escribió varias novelas más y un ensayo titulado Théorie King Kong, menos una teoría que una autobiografía, en la que cuenta incluso cómo ejerció de puta y empieza así: “Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las malfolladas, las infollables, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica”. Yo seguí ignorando a Despentes hasta que cayó en mis manos Vernon Subutex 1, traducción de la primera parte de una trilogía de la que se llevan publicados dos volúmenes.

El público para Vernon Subutex es más amplio que el de la enumeración anterior, ya que no es una aplicación de la teoría (lo que podría convertir a Despentes, el cielo no lo permita, en la versión femenina de Houellebecq) sino en un juego lleno de personajes, de intrigas y de combinaciones sexuales. El libro es tan divertido que resulta perfecto para el verano en la playa, si es que todavía existe la costumbre de leer en la playa. Terminé pidiendo a gritos la segunda parte, y no me extrañó enterarme de que la trilogía será objeto de una miniserie (los franceses la llaman dramédie) producida por Canal Plus y coescrita por Despentes.

Vernon Subutex es el seudónimo en las redes sociales del protagonista de la novela. Subutex es un medicamento para controlar la adicción a la heroína, y el individuo en cuestión fue el dueño de una disquería sofisticada y se quedó sin trabajo por la involución de la industria discográfica. Cuando Alex Bleach, el cantante de rock negro que le paga el alquiler, muere de sobredosis, termina pidiendo limosna en la calle. El simple Vernon –“no era una persona astuta pero tenía encanto. Easy going, un tipo de trato fácil. Muy pocas neuronas en circulación”– es el centro de una maraña de criaturas complicadas, como La Hiena, una mercenaria especializada en campañas de desprestigio en la web, u Olga, la mendiga pelirroja que nos explica que trabajar es un cuento de los políticos que fingen preocuparse por las fuentes laborales cuando todos saben que los trabajos no jerarquizados son cada vez más miserables y crueles. El pensamiento neoanarquista de Despentes corresponde a lo que la autora llama “capitalismo punk”, cuyo juego consiste en aplastar a los otros y no llegar pobre a viejo, aunque la novela ofrece, tal vez a regañadientes, suficiente ternura como para poder disfrutar de ese mundo.

La lectura se puede completar con Diario de afuera / La vida exterior, un libro de Annie Ernaux reeditado este año que, en un tono mucho más serio pero con análoga obsesión por los mendigos (o SDF en la Francia eufemística), ofrece una descripción anticipada en veinte años del deterioro social, aunque es menos apto para la playa.