Debería hacer frío pero sigue la humedad y la ciudad está bajo un frente de lluvia que no para. Antes, como un preámbulo a esto, días de calor otoñal y hojas secas en la vereda. Un chico escribió en Twitter: “Qué feo va a ser el 2001 sin mi adolescencia”. El malhumor social que no encuentra eco en ningún líder, ni colectivo ni individual. El tachero, mientras maneja con cuidado y cabecea en las esquinas por el cansancio, me dice: “Menem y Cavallo liquidaron un taller que era de mi padre y me mandaron a trabajar en el taxi. Y este tipo me va a dar el golpe final”. Todos los Leuco del mundo siguen cuestionando al gobierno anterior, como esas parejas que años después de separarse se siguen recriminando cosas olvidables y perimidas por el tiempo. La Afip aprieta a los monotributistas, a los laburantes, pero los ministros de Macri tienen la plata afuera y se nos ríen en la cara. Se reforzaron la Policía y la Gerdarmería. Marcos Peña conserva el mismo peinado desde que asumió como jefe de Gabinete en 2015. Los radicales son una larga fila de palomas mojadas sobre un cable de luz tendido de esquina a esquina. Los rugbiers, en medio del scrum, se miran paranoicos. Por más documentales, series y películas que nos ponga Netflix no se puede ocultar la realidad. El FMI, ese pariente molesto que pensamos que no volvería, está tocando el timbre en la puerta y trae valijas vacías para llevarse lo que pueda. Hoy bajé en la puerta de un comedor social de Caritas y me detuve en un hombre que estaba vestido con un traje arrugado y viejo. Se mantenía alejado de los demás, que esperaban que se abrieran las puertas charlando y fumando. Me di cuenta, por la expresión de su cara, que el hombre era un linyera nuevo, que todavía una parte suya no había asimilado estar en la calle. Charly García llena el Gran Rex sin La Máquina de Hacer Pájaros. Mauricio Macri tiene prendida a todo lo que da la máquina de hacer pobres. Sigue cayendo la lluvia pero no el dólar.