La dimensión de lo imposible, en jugadas inexplicables, una y otra vez durante años, hizo de la figura de Maradona la ilusión del individuo. Mientras el resto de los jugadores, y sin importar el estadio, la cancha de entrenamiento o el patio de una casa, se han ido sintiendo influenciados a jugar bajo las condiciones impuestas por sus contrincantes, Maradona sorteaba la totalidad y hacía del juego solo una caja de elementos para construir un espacio deseado. El mundo era una cosa, y él otra.
Con esta capacidad inédita de dominio se sobrecargó la mirada sobre la persona, sobre el individuo, incluso como poseedor de una condición natural, sin dejar del todo que otros análisis sociales intervinieran sobre su vida en el mundo.
Cuando la sociedad se hacía presente en su vida ejecutaba su influencia de manera maligna, convirtiendo al ser superior en una víctima de entornos influyentes que solo diluían su única e inigualable individualidad. Maradona habría sido el arquitecto del mundo, hasta que un día lamentable pasó a ser solo su consecuencia.
Con su muerte se solicitaba estos días que no se hiciera uso de los ecos de su existencia con otros fines, pero como todo lo que ocurre en la sociedad, nada de eso es posible y en el tiempo activado desde su muerte no se ha hecho otra cosa que hacer circularlo para que la reproducción social siga, como todos los días y en cada segundo, su conocido ritmo, y eso en Argentina es tarea de la política.
Los que protagonizan el sistema político tienen fascinación por el uso del contra sentido. Como en una promoción de supermercado, en la que se insiste que comprando la segunda unidad se ahorra un 40% (cuando la mejor opción para ahorrar es comprar solo una unidad), en el sistema político se ruega que cada cosa que toma estado público no sea politizado. El paso siguiente es siempre la politización inmediata.
La política sería hermosa, la militancia algo digno de ser experimentado y la insistencia en que todo es supuestamente político se golpea de frente cuando esos mismos protagonistas recomiendan no incluir el caso Maradona en un mundo que parece, en realidad, no tan benévolo. Del “todo es política” a evitar la política hay un camino que solo la sociedad moderna puede explicar y del que Maradona, como objeto, queda inmerso tanto en vida como en el tiempo que ya ha comenzado.
Los registros de mensajes en redes sociales, una vez conocida su muerte, hacían hincapié en su valor como luchador contra los poderosos. El relato romántico de un combatiente enfrentado en su derrotero contra el poder económico hacía sencillo llevarlo hacia los estandartes del kirchnerismo o las luchas populares, de modo que de manera inmediata quedaba colocado del lado del actual oficialismo, y por lo tanto del lado opuesto a la oposición.
La política no tiene otra manera de tratar lo que ocurre en la sociedad, ni siquiera las muertes, mas que bajo su propia lógica interna en la que unos se enfrentan a otros. El operativo policial es denunciado penalmente por el gobierno nacional y dirigentes de la oposición denunciaron a Alberto Fernández por favorecer el contagio del coronavirus. Comprendiendo la lógica del sistema político, esto es lo único posible y esperable. No puede ocurrir otra cosa.
La ubicación del ídolo futbolístico dentro del kirchnerismo generó un problema de puntos de vista complementarios y sobre los cuales los equilibrios fueron imposibles. Esos problemas operativos no son responsabilidad voluntaria de quienes construyen esas distinciones, sino del inconveniente normal de que a una distinción le sigue siempre otra distinción (y otra más). Colocar a Maradona en un lugar esencial y puro del lado del pueblo, como si fuera un ente fijo y moralmente superior, se encontró rápidamente con problemas de traslado a otros ámbitos, como los de violencia de género y los reclamos del feminismo.
La dicotomía utilizada para ordenar a Maradona en el mundo, como kirchnerista o popular anti sistema, sirvió hasta que fue expuesto a otra dicotomía, en la que se evaluaba la existencia o no de violencia de género en su vida. El esfuerzo por acomodar esas ideas, evidentemente en tensión con los otros criterios, fue acompañado de la solicitud de hacer uso de la libertad de expresar matices imposibles de encontrar, de esas mismas protagonistas, toda vez que con justicia lo hicieron contra sus denunciados. Las filas para denunciar a las publicidades de consumo masivo se llenan a una velocidad sin dudas ni reflexiones; las que ponen en tensión a distinciones política reclaman un relativismo solo explicable por incomodidades propias.
El punto de vista de la política, es decir el modo en que todo lo traslada a la idea de gobierno y oposición, solo puede ser productivo allí en sus operaciones propias. En la manera de tratar sus conflictos puede acusar de fascistas a sus enemigos, de ladrones o machistas, pero no podrá realmente encontrar en esas características a los componentes esenciales que definen a las partes de cada uno de los grupos enfrentados. Quien velozmente busque en ambos partidos podrá encontrar ejemplos de esas definiciones en muchos y muchas de sus protagonistas, que serán utilizados a favor o en contra, toda vez que la pelea entre ambas partes requiera de su ayuda. Maradona, como un objeto de la política del mundo moderno, ha sido utilizado para problemas de batallas ajenas. No hay gambeta que pueda evitar la politización.
Los esfuerzos por denunciar a los runners como una amenaza masiva o el acompañamiento para no regresar a las clases fueron puntos de vista que también requirieron una adaptación al momento de organizar al velorio del ídolo. Esto significó la evidencia de que las oposiciones originales a las aperturas no se basaban en criterios de la ciencia, sino en criterios de gobierno y oposición, los mismos que necesitaron aplicarse para no reclamar el riesgo de un rebrote por la acumulación imposible de tanta gente. El callar o reclamar en momentos diferentes se explica por las necesidades siempre nuevas a las que los conflictos políticos obligan a todos y todas a construir nuevos puntos de vista.
Maradona vive en la sociedad, como siempre, y se deja llevar en su recuerdo con el uso insistente que de él hacen los que siguen por aquí, para lograr en definitiva que los quieran de alguna manera similar a la adoración que su ilusión ha generado.
*Sociólogo.