Guillermo Moreno es el hombre designado por el Presidente para autorizar la inflación. Es algo así como un secretario de Meteorología que decide cuándo, cómo y cuánto lloverá. Su manotazo más reciente fue sangriento: quiso saber la dirección y el nombre de cada uno de los ochocientos comercios auditados por el INDEC para elaborar el índice de precios; el personal técnico del Instituto le explicó que eso significaba violar el secreto estadístico: el hombre que pelea contra las matemáticas dijo con una sonrisa que es él quien la tiene más larga. Las metáforas sexuales respecto de la extensión y el rendimiento son habituales en Moreno; algo que definitivamente asusta a una carmelita descalza y que lo muestra como una especie de Henry Miller, pero sin talento (el recorrido sería: Miller, Bukowski, Jorge Corona, el Soldado Chamamé, su ruta). En este punto, las anécdotas sobre Moreno se han transformado entre los empresarios en una especie de constante como los chistes de Jaimito: el problema es que no las repiten como una broma, sino con los ojos en blanco y la boca desencajada. Hace algunas semanas, en una reunión con empresarios en la que iban a discutir controles de precios, Moreno se cruzó con un ex compañero de facultad que fue el primero en llegar.
El secretario de Inflación estaba solo en su oficina, decorada con un retrato de Lassie (nos referimos a la versión civil de Rin Tin Tín, ya explicaremos por qué), flanqueado por otros de la Virgen María, el padre Mugica, Perón y Evita. Moreno, en confianza, increpó a su viejo compañero de estudios:
—Che, ¿no tenés ninguna minita como la gente para presentarme?
Su interlocutor pensó que había escuchado mal.
—Sí, una mina, boludo. Alguna mina que esté buena.
—Sssí... debo tener. No sé... Si vos querés… Sí, alguna te puedo presentar…
—Dale, haceme gamba porque ¿sabés qué me pasa?: estoy cansado de cogerme machos. La verdad es que acá adentro me los estoy cogiendo de a uno, y de parados.
En algo coincide Moreno con la oposición: ambos creen que el INDEC está mintiendo. El problema es que Moreno sostiene que la inflación real es más baja que la que se da a conocer, y que el INDEC “está lleno de cavallistas y trotskistas”. Hace algunos días el secretario de Inflación supo que el índice de enero –que se conocerá mañana– estará muy por encima de sus objetivos; enero del año pasado tuvo una inflación oficial del 1,3% y Moreno esperaba para este mes, menos del 1%: todo indica que el resultado será del 2,1%. Después del violento despido de la funcionaria a cargo de la elaboración del IPC, Moreno reunió a los directores del INDEC y a la funcionaria entrante, Beatriz Pagliarini, y discutieron sobre la ponderación del 2,1%, la incidencia del aumento de las prepagas, los taxis y las verduras de estación. En pocas horas podrá conocerse el resultado de ese round contra las matemáticas. En la vertical de la escena, en la planta baja del Instituto, los trabajadores técnicos amenazaban el viernes con dar a conocer “la cifra real” de la inflación si el Gobierno comunica una cifra alterada. Felisa Miceli, la ministra de Economía, aparentemente descalificó a la expulsada directora Graciela Bevaqua diciendo que “era una funcionaria de cuarta categoría y no ganó ningún concurso”. Es cierto. Y estaba allí por decreto del actual gobierno. Bevacqua resultó funcional a la hora de firmar el 9,8% de inflación oficial del año pasado, pero ahora la historia había pasado a mayores. El sueño de Moreno de conocer la lista de comercios encuestados para “apretar el índice” comenzó hace unos seis meses y terminó en una fuerte discusión con Clyde Trabucchi, la directora nacional de Estadísticas de Condiciones de Vida. Esta funcionaria técnica de carrera se negó a ceder a los embates de Moreno, argumentando que no violaría el secreto que el propio INDEC le impone en ese punto.
—Mire, secretario –le dijo Trabucchi–, yo hace varios meses que empecé yoga y aprendí a tomarme las cosas con calma. No me venga a apurar.
Moreno se fue dando un portazo, y la negativa de Trabucchi no hizo más que avivar su interés en el asunto.
—¡Usted es un boludo, viejo! –le dijo el secretario al propietario de una cadena de electrodomésticos que no sabía cuál era la heladera específica que el INDEC tomaba para calcular el índice.
Lejos de El chiste y su relación con lo inconsciente, de Sigmund Freud (Der Witz und seine Beziehung zum Unbewuflten,1905), y acorralado por las negativas, Moreno volvió a sus sutiles consejos: en una discusión con ganaderos por el precio de la carne los llamó “carniceros”, para luego increparlos:
—Acá ustedes no saben coger, viejo. No saben coger. Primero hay que usar la lengua, después el dedo y por último la penetración.
No explicó, en este caso, a cuál de los dos sexos se refería.
Algunos de los presentes se retiraron de la reunión.
—Si no están de acuerdo, “vayansé” –les advirtió Moreno–. Pero “acuerdensé” de que vamos a ser muy duros con los que saquen los pies del plato.
Los frigoríficos Rioplatense y Vizom fueron después imputados de irregularidades en la Cuota Hilton. Hubo entonces quienes recordaron la embestida del Gobierno contra el titular de Kowsef SA, Federico Bonomi, propietario de la marca Kosiuko, quien no asistió a una cita en la Secretaría de Comercio, hizo públicas algunas críticas y fue denunciado por regentear talleres clandestinos con mano de obra esclava. Resulta interesante preguntarse qué habría pasado de asistir a la reunión y abstenerse de criticar: ¿los talleres hubieran seguido funcionando? O para decirlo de otro modo: ¿cuántas irregularidades permanecen desconocidas y no investigadas sólo porque se trata de empresarios obedientes?
El enfrentamiento de Moreno con los ganaderos llevó a Carbap a dar a conocer un insólito comunicado en el que se lo acusa de “amedrentar” a los consignatarios, y responsabilizan al funcionario por la “integridad física” de uno de ellos.
El embate de Moreno en el Ministerio de Miceli no se agota en el INDEC: ante la cercanía electoral, el Gobierno está dispuesto a nombrar “tropa propia” en todas las áreas sensibles, incluso en las técnicas a las que normalmente se accedía por concurso. El área de Legales fue tierra arrasada: hace menos de un mes removieron a cuatro funcionarios de la Secretaría Legal y Técnica, a cargo de Estela Palomeque: Yolanda Eggink y Osvaldo Biset (directora y subdirector de Asuntos Jurídicos) e Irene Díaz, de la Dirección de Carrera y Relaciones Laborales. Después fue el turno de Alberto García, director de Asuntos Jurídicos de Entes Liquidados. Al pertenecer a la planta permanente, todos siguen cobrando el sueldo básico, pero perdieron el plus relativo al cargo. También fueron expulsados de su puesto el jefe de Legales de la Secretaría de Industria y su par de Agricultura. Completan la lista José Luis Maia, director de Programación Macroeconómica; Carlos Quarracino, director de Información y Coyuntura; Carlos Izurieta, director de Programación Económica Regional; Horacio Feinstein, director de Información y Análisis Regional; y Susana Vega y Alcides Saldivia, quienes encabezaban la Oficina Nacional de Presupuesto. En ningún caso se llamó a un nuevo concurso para reemplazarlos, ni se permitió que reconcursaran los funcionarios técnicos.
EL “KAMASUTRA” Y EL USO ADECUADO DEL INDICE
No es necesario anunciar que hay viento cuando el viento sopla, la percepción de abismo entre el índice oficial de inflación y la vida cotidiana no necesita de datos que la confirmen. De hecho, la mayoría de las consultoras y economistas han empezado a guiarse por un dato trimestral que surge del análisis de todas las cuentas de la economía: se llama “deflactor del PIB”, y se obtiene de dividir el PIB corriente por el PIB constante, resultado que refleja la “variación sostenida y generalizada de los precios”. Para referirnos al último y compararlo, si la inflación oficial fue del 10,9%, el deflactor del PIB fue del 13,7%.
La especulación publicada en el último informe de Ecolatina es superior: según la ex consultora de Lavagna, “las compañías cuyos trabajadores pertenecen a sectores de ingresos medios y altos deberían ajustar los salarios a una tasa que puede llegar a ser hasta 40% superior al IPC si pretenden recomponer el poder de compra de los trabajadores”.
Un informe sobre los errores en la metodología del INDEC, coordinado por el diputado Claudio Lozano junto a Daniel Petetta, Tomás Raffo y Ana Rameri, al que tuvo acceso PERFIL, sintetiza la crítica al método para medir la pobreza y la indigencia:
1. Se parte de una estructura de gasto de 1985/1986, cuando podrían usar los resultados de la encuesta de 1997.
2. No tiene canastas regionales.
3. Computa los gastos en bienes y servicios no alimentarios sobre la base de un único indicador.
Con las cuentas bien hechas, Lozano asegura que:
- La Canasta Básica Alimentaria está un 18,7% encima del valor actual. Eso significa que hay 1.200.000 indigentes más que los reconocidos oficialmente.
- Para no ser considerado pobre, la canasta se incrementa en un 50%. Esto es, hay 3.100.000 pobres más de los “oficiales”.
- La tasa de pobreza se eleva del 31,4 al 39,6%, y la de indigencia, del 11,2% al 14,4%.
Los porcentajes región por región son devastadores: el GBA presenta un 38% de pobreza, el NOA un 51,4%, y el NEA un 56%.
El criterio de ponderación del índice sigue estando en la base de los cuestionamientos técnicos al organismo:
a) Sólo el 31% de la canasta que se considera en el INDEC está integrado por “alimentos y bebidas”. Ni Artemio López se anima a sostenerlo, ya que considera en un 60% del ingreso lo destinado a dicho rubro.
b) El rubro “esparcimiento” (turismo, computación, diarios, revistas, cine, espectáculos) representa el 9% del gasto. Más del doble que “medicamentos” (4,1%, con lo cual todos los jubilados quedan excluidos) o en “educación”, 4,2%.
c) el rubro “verduras” es de apenas el 2,1%, y “frutas” el 1,5%.
Entre purgas y nombramientos de acólitos obedientes, mañana se conocerá la inflación oficial. ¿Cuánto medirá la de Moreno? ¿Uno o 2,1%? ¿Realmente les parece tan larga?
INVESTIGACION: J.L. / ROMINA MANGUEL / LUCIANA GEUNA