Amado Boudou ha logrado pasar definitivamente a la historia: es el primer vicepresidente de la Argentina en ser procesado durante el ejercicio de su mandato. Como lo reconocieron sus mismos abogados, no había lugar a dudas de que esto iba a suceder ya que, después del nivel de evidencias expuestas por el juez federal Ariel Lijo en la citación a indagatoria, el procesamiento al vice era un hecho cantado. Las maniobras dilatorias puestas en práctica por los abogados de Boudou, de Alejandro Vandenbroele, de José María Núñez Carmona y de Guido Forcieri no les dieron resultados. Creyeron que por medio de ellas podrían paralizar el accionar del juez. No tuvieron en cuenta que el magistrado ha venido investigando el caso con un equipo de colaboradores que logró reunir un nivel de pruebas que no hicieron más que consolidar la solidez de la acusación. Todo lo hecho por Boudou y sus amigos ha sido tan desprolijo que las huellas de la indecencia están diseminadas por doquier.
El vicepresidente y sus abogados han exhibido –y lo siguen haciendo– en todo este proceso un grosero error de apreciación. Enfrascados en el microclima del “relato” creen que este caso se define en los medios, no dándose cuenta de que, a la hora de las definiciones, lo único que vale en una causa judicial es lo que consta en el expediente. De ahí las bravuconadas hacia el juez lanzadas por Boudou en los medios afines al Gobierno. Nada de ello cuenta ni figura en la creciente cantidad de fojas que ya ha acumulado el caso. El segundo error fue creer que podían jugar con los tiempos judiciales a gusto y voluntad. De ahí toda esta estrategia dilatoria. El pedido de ampliación de su declaración realizado por Boudou, orientado a explicar las connotaciones políticas del caso, pareció una tomadura de pelo.
Todo lo que sucedió a la declaración indagatoria del vicepresidente lo complicó aun más. El fallo de la Sala I de la Cámara Federal confirmando la medida del juez, la presentación de Rafael Resnick Brenner, ex jefe de asesores de la AFIP, señalando a Núñez Carmona como un representante de Boudou cuando era ministro de Economía, la confirmación por parte del mismo Boudou de haber conocido a Guillermo Reinwick luego de haberlo negado, la confirmación de Gabriel Bianco de la reunión entre el vicepresidente y Héctor Ciccone en los estudios de Telefe, son algunos de los hechos que, sumados a un extenso etcétera, han dejado al descubierto las mentiras y las inconsistencias de Boudou.
En un párrafo del procesamiento se lee: “En conclusión, y según fue resumido, los vínculos entre Amado Boudou y Alejandro Vandenbroele son sólidos y numerosos, echando por tierra cualquier afirmación que exija una foto o un video de ellos juntos que compruebe, todavía más, la relación que los unía. Se han demostrado todos los vínculos e intereses en común que poseen, que son suficientes para acreditar, específicamente, el rol que ocupó esta maniobra. De hecho, según ya mencioné –señala el juez– el rol de la persona interpuesta justamente es ocultar a quien realmente dispone de la maniobra. Por todo lo expuesto, los vínculos individuales entre Boudou y Núñez Carmona, por un lado, y entre Vandenbroele y Núñez Carmona, por otro, no están controvertidos por las partes. Sin embargo, el vínculo entre Boudou y Vandenbroele, que sí fue controvertido por las partes, se encuentra acreditado por muchos elementos además del denominador común de la figura de Núñez Carmona. En este sentido, las sociedades, las terceras personas que las integran, los domicilios, los llamados telefónicos y los vínculos personales permiten concluir que Boudou y Vandenbroele se conocían”.
Del texto resolutivo del juez emana la debilidad de los argumentos defensivos expuestos por Boudou ante la contundencia de las evidencias que lo complican. Políticamente, a la Presidenta le ha estallado un escándalo judicial que complica a su gobierno. Por eso, más allá de que Cristina Fernández de Kirchner no le vaya a soltar la mano, Boudou le haría un enorme favor pidiendo una licencia y dando un paso al costado.
El hecho sorprende al Gobierno en el momento más difícil de toda su gestión, a causa de la situación que enfrenta luego de la entrada en vigencia del fallo del juez Thomas Griesa favorable a los fondos buitre. Lo que se vio y se escuchó en estos días refleja la confusión que reina en la Babel de Olivos. Fernández de Kirchner se encargó de hacer saber que ella esperaba este desenlace. ¿Cómo no previó, entonces, un plan de acción coherente para hacer frente a esta contingencia?
Lo hecho hasta aquí –un día se va para un lado y al siguiente para el lado opuesto– es producto de las ideas de Axel Kicillof. El ascendiente del ministro de Economía sobre la Presidenta permanece intacto. Dentro del gabinete esta circunstancia perturba e inquieta a varios. Uno de ellos es el secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zannini, a quien tanto las ideas de Kicillof como su influencia sobre Fernández de Kirchner perturban de modo creciente.
Por eso, el jueves Zannini convocó a la Casa Rosada a Guillermo Nielsen, ex secretario de Finanzas de Roberto Lavagna durante la reestructuración de la deuda realizada en el gobierno de Néstor Kirchner. Dicen los muy pocos que tuvieron acceso a lo que allí se habló que Nielsen esbozó una especie de hoja de ruta que debería seguir el Gobierno para enfrentar la contingencia, evitar al máximo sus daños y buscar una solución definitiva al problema de los holdouts.
Nadie sabe si tales consejos serán tenidos en cuenta o no. El hecho demuestra la falta de un plan que contemple qué hacer y cómo hacerlo. El pago del jueves fue una provocación al juez Griesa quien, pudiendo haber embargado los fondos tal como lo requirió Robert Cohen, abogado del fondo buitre NML Capital Ltd., ordenó en cambio devolver el dinero y apurar las negociaciones entre las partes a fin de lograr un acuerdo.
El “relato” se desmorona día tras día. Es que, como dice el proverbio, “la realidad es el reflejo en consecuencia de nuestros actos”.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.