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El mundo no es más seguro, es diferente

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Y ganó Obama. La “cuarta” Guerra Mundial, igual que las tres anteriores, la ganaron los Estados Unidos de Norteamérica (la Primera desde 1914 al 18, la Segunda desde 1939 al 45 y la Tercera –o Guerra Fría– desde 1945 hasta 1991).

El 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush declaró la guerra al terrorismo internacional y Osama bin Laden respondió con su “guerra santa”. Se impuso una nueva doctrina: “los buenos y los malos contra los muy malos” –mientras se colaborara para aislar a los extremistas, gobiernos autocráticos y corruptos serían tratados como aliados y respaldados política, económica y militarmente.

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Durante la última década, grupos terroristas produjeron atentados gravísimos en España, Alemania, Inglaterra, India, Pakistán, Rusia, Indonesia y la mayoría de los estados árabes del Norte de Africa y el Medio Oriente (empezando por los dos ocupados militarmente: Afganistán e Irak).

Medidas de seguridad extraordinarias fueron adoptadas por las líneas aéreas, aeropuertos y las mayores ciudades del mundo, incluyendo la organización de fuerzas especiales antiterroristas, sistemas de vigilancia audiovisuales y presupuestos multimillonarios de Inteligencia para prevenir eventuales ataques.

Todos nos preguntamos si el mundo es más seguro después de la muerte de Osama bin Laden. Yo creo que no. Es igual de seguro (e inseguro) pero es, categóricamente, un mundo diferente.

Es precisamente este año, el primero de la segunda década del siglo, el que marca la diferencia. Insurrecciones populares se sucedieron desde el mes de enero en Túnez, Egipto, Libia, Marruecos, Argelia, Yemen, Jordania, Siria, Barhein y hasta en China. Las redes sociales, las mujeres, los estudiantes, los intelectuales y los obreros se manifestaron exigiendo más libertades, mejores condiciones de trabajo e igualdad de género. Estas consignas, que parecían hasta hoy patrimonio único de Occidente, se han convertido por primera vez, en valores realmente universales.

No es casual que la mayor potencia del mundo esté gobernada por un afroamericano que se llama Barak Hussein Obama, hijo y nieto de musulmanes africanos enterrados a la vera del Lago Victoria, en Kenya. Nunca como ahora se aproximan tanto los valores esenciales desde Beijing a Washington, pasando por Nueva Delhi, Brasilia y México DF a Londres, París y Madrid.

La “aldea global” es cada día menos aldea y más global. La conciencia medioambiental, los derechos humanos y el progreso social son las nuevas reglas de juego universales.

Locos criminales, sean musulmanes, cristianos, judíos, budistas o ateos, habrá siempre y deberemos combatirlos. Pero si el mundo mejora, serán cada día menos y llamarse Obama u Osama o Rebeca o John o Lula o Manuel o Singh será sólo una particularidad que nos hermana y no una frontera hostil que nos separa.


*Secretario de Relaciones Internacionales del PRO.