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El mundo tiene la culpa

alberto fernandez g20
Alberto Fernández. | NA.

Si en los primeros meses del año el mundo presentó un rostro benigno para la Argentina, con suba del precio de las commodities, reparto de DEG del FMI y diplomacia de las vacunas de Joe Biden, ahora, cuando el Gobierno aprieta el acelerador para remontar las elecciones legislativas en noviembre, empieza a mostrar su faceta menos amable.

La primera alerta la encendió  la crisis de deuda corporativa del gigante inmobiliario Evergrande, que amenaza con desacelerar el crecimiento de China, el segundo socio comercial de Argentina, y generar un contagio financiero en los mercados emergentes. El desplome de las acciones argentinas esta semana resalta la fragilidad del país ante un shock externo de esas características.

Desde Estados Unidos tampoco llegan noticias alentadoras. Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo y principal interlocura del Gobierno en la renegociación de la deuda, está apuntada por influir a favor de China en el informe Doing Business 2018, discontinuado por anomalías detectadas cuando la búlgara era número dos del Banco Mundial. El riesgo al que se enfrenta Kristalina es ser percibida por demócratas y republicanos como un alfil al servicio de Beijing, en momentos en que la competencia entre las superpotencias mantiene los niveles de tensión. Los movimientos de Jerome Powell en la Reserva Federal también preocupan: ya dio indicios de que empezará con el “tapering”, es decir, con la retirada progresiva de los estímulos económicos para enfrentar la pandemia, lo que al final del camino culminará con una suba de la tasa de interés que afectaría el precio de la soja, el trigo y el maíz.

La crisis de deuda de la empresa china Evergrande afectó esta semana la cotización de las acciones y bonos argentinos

La política exterior importa tan poco que, por el recambio de gabinete, Argentina se quedó sin representación presencial de alto nivel en la cumbre de la Celac y en la Asamblea General de Naciones Unidas. Esa desjerarquización de la política exterior desnuda que el mundo no es visto por la dirigencia como un lugar que ofrece oportunidades o esconde amenazas, sino como algo lejano y poco interesante. A lo sumo sirve para descargar responsabilidades o justificaciones, como aquello de que “la gran mayoría de los oficialismos en el mundo” fue derrotado en las urnas. En rigor, ganaron el 71% de las elecciones disputadas desde que comenzó la pandemia, como destacó  Facundo Cruz en su newsletter en Cenital (marchen un par de suscripciones para el Palacio San Martín).

En un mundo tan interdependiente y complejo, es imposible tener una política económica exitosa sin una amplia perspectiva global. Ordenar la macroeconomía y cerrar un acuerdo con el FMI que cuente con consenso político es un camino para mitigar las disrrupciones macroeconómicas provocadas por cambios en el escenario internacional.

Enfrascado en la campaña, el Gobierno postergó esas decisiones. Si hay nuevos cimbronazos allende las fronteras, los funcionarios no podrán decir que el mundo, ese lugar tan lejano como ajeno, es el principal culpable de las penurias argentinas.