No sé por qué me viene el recuerdo de Espalter y Almada, cuando hacían el sketch de Toto Paniagua, en el que Almada intentaba enseñarle los modos de ser elegante à table a Espalter. Al final, harto de que Espalter no aprendiera nada, Almada decía: “Y bueno, el que nace para pito nunca llega a corneta”. Se encierra allí un profundo pensamiento sobre el estar adentro y el estar afuera, sobre los que están in y los que están off, sobre los que llevan el último grito de la moda y los que no acceden a ella, sobre los exitosos y los que no lo son. Puesto a pensar en nosotros, ¿qué es ser exitoso? Yo creo que hoy en Argentina ser exitoso es que te pinchen los teléfonos. Los que tienen los teléfonos pinchados, las comunicaciones intervenidas, los mails controlados, los WhatsApp interceptados son alguien en la vida, han triunfado, tienen poder, estatus, amigos igualmente famosos, ocupan mesas vip en salones con nombres como Rosebar o Club Shampoo; y los que no, son unos fracasados que ni los teléfonos pinchados tienen. ¡Qué tremendo! ¡Soy un looser! Yo que me creía un super winner, un escritor vanguardista –incomprendido en el presente, pero seguramente póstumo–, un intelectual de renombre, la eterna promesa de la NNA (nueva narrativa argentina), resulta que finalmente soy un don nadie, un oscuro periodista de un suplemento dominical. Porque, ¿quién quisiera pinchar mi teléfono? Quien lo hiciera se encontraría con deprimentes conversaciones del tipo “¿Leíste la novela de Dani?”, “todavía no, estoy con la de Becerra”, o cosas por el estilo. Ningún espía se ocuparía de mí.
Y ya que estamos hablando de espías, siempre es buen momento para volver a Reanudación, la última novela de Alain Robbe-Grillet (me divierte ver cómo en el periodismo cultural se suele escribir “la última novela” en lugar de “la más reciente”. Pues en este caso es realmente la última: Robbe-Grillet murió poco tiempo después de publicada). Reanudación retoma una larga tradición literaria, la de la figura del doble. En un viaje a Berlín, en 1949 –la Berlín en ruinas de la posguerra– HR, una especie de espía, de agente secreto de la inteligencia francesa o simplemente un intrigante profesional, descubre, en el tren en el que viaja, a su doble. A una persona absolutamente idéntica a él (sólo que HR lleva un bigote postizo que rápidamente perderá). Desde ese momento se dispara una trama de engañoso espionaje, levemente policial, llena de peripecias en las que nunca se resuelve nada, en la que el propio HR nunca llega a saber con exactitud cuál es su misión (como si la misión de HR consistiera en averiguar cuál es su misión), pero que esconde una aguda reflexión sobre lo real, la búsqueda de la identidad y la crisis de la narración moderna: la narración entendida como un juego de espejos.
El doble de Reanudación propone una dimensión visual, un juego óptico, el secreto de un trompe l’oeil; como si el doble de Robbe-Grillet reclamase esta pregunta: ¿es cierto lo que estoy viendo? Leamos ahora una frase de la novela que, quién sabe, tal vez valga para nuestro aquí y ahora: “De modo inexplicable, acaso por los efectos persistentes de la fina capa de hielo provocada por la bruma matinal, que duraba allí más tiempo, los contornos de aquellos finos recortes ordenados en planos sucesivos brillaban con el oropel de lo falso”