En 2009, el kirchnerista Mario Ishii, intendente de José C . Paz, amenazó con “salir a buscar traidores” entre sus colegas de Buenos Aires que habían jurado apoyar la lista encabezada por Néstor Kirchner y que, finalmente, habían jugado a dos puntas para salvar su pellejo frente a la derrota. Nunca se conoció el resultado de la cacería. Pero bien podría ahora aprestar armas para un nuevo safari.
La Matanza es un excelente punto de partida para la expedición. Dos semanas atrás, el intendente Fernando Espinoza entusiasmó al público peronista reunido en un plenario partidiario en la sociedad de fomento de González Catán con la promesa de que no irían “ni por el 45 ni el 60” sino por el “90 %” de los votos. No explicó exactamente la forma como podía superar las mejores estimaciones del kirchnerismo, cuya lista de diputados asegura públicamente apoyar. Pero Sergio Massa y sus aliados lo saben bien. Espinoza y su colega de Tigre sellaron un pacto que da luz verde al corte de boleta en La Matanza. Representa el 10 por ciento del padrón provincial.
Espinoza no es el único en el municipio que cambia de camiseta según el interlocutor. Massa trabó una estrecha relación con el empresario de medios Alberto Pierri, dueño de Telecentro, a quien cariñosamente llama “Beto” y a quien consulta para sus decisiones en el Conurbano. El Gobierno consideraba a “Beto” un aliado. Pero Pierri ya deslizó en sus conversaciones que Massa es “el futuro”. “Ya está todo arreglado”, los tranquilizó el massista Darío Giustozzi cuando un grupo de dirigentes lo consultaron preocupados por la falta de listas competitivas en los municipios.
El doble juego se extiende como una mancha de aceite a medida que los intendentes reciben las últimas encuestas. Ninguna muestra de amor de la Casa Rosada es suficiente cuando asoma el espectro de la derrota. Todo se negocia, menos la permanencia en el poder.
Cristina Kirchner liberó a los jefes distritales de la obligación de incorporar a dirigentes de La Cámpora en sus listas municipales con la esperanza de garantizar su fidelidad. Al Raúl Othacehé, mandamás de Merlo, incluso le quitó de enfrente una lista de Martín Sabbatella. No fue suficiente para impedir un acuerdo bajo la mesa entre el intendente y Massa. A Fernando Grey, de Esteban Echeverría, hace tiempo enconado con el Gobierno, le costó menos sonreír para la foto con los kirchneristas y entenderse en privado con su colega de Tigre.
El deslizamiento secreto de los intendentes llegó la semana pasada a los oídos del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. Hace tiempo que las diferencias se abren entre Abal Medina y Carlos Zannini, el principal consejero de Cristina y quien impuso la estrategia electoral: volcarse sobre el Justicialismo para resistir. El espíritu frentista que defendía Abal Medina perdió terreno en un Gobierno puesto a la defensiva. Ahora, el jefe de Gabiente cree que en el Conurbano se corporizan los fantasmas que había presagiado. A media semana, Espinoza se enteró que sus adversarios habían delatado sus acuerdos en el Gobierno y sobreactuó en público una crítica al intendente de Tigre. Solo palabras. En la Casa Rosada creían tener asegurada su fidelidad con la inclusión de Verónica Magario a la lista. Ignoraban que hace tiempo ambos están distanciados. No sólo políticamente.
“A los intendentes nunca nos gusta perder”, se sinceró un peso pesado del sur del Conurbano, uno de los tantos que en 2009 sacó más votos que Néstor Kirchner, uno de los “traidores” que salió a buscar Mario Ishii cuatro años atrás y que, al parecer, nunca encontró.