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Defensor de los Lectores

El periodismo de trincheras no parece reconocer límites

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Di Marco. Sus dichos sobre Florencia Kirchner generan el rechazo de quienes quieren mejor periodismo. | Captura TV

En 2018, la Fundación Gabo realizó un taller en el que se analizó la mejor forma de acercar al público las cuestiones de salud en los medios de comunicación. Uno de los expositores, el periodista Pablo Correa, desgranó estos cuatro puntos, centrales al momento de poner ante la sociedad este tema:

◆“En ocasiones, el periodista se encierra en los temas que, bajo su criterio, son importantes y olvida para quién está haciendo la información. En el caso del periodismo de salud, es importante conocer las preocupaciones de los lectores o reconocer la información que es realmente valiosa para ellos, más allá de lo que sea prioritario para el periodista”.

◆“El ego es incompatible para el buen periodismo porque no permite escuchar a los que tienen algo que decir”,

◆“El periodismo en salud debe ser responsable, porque un trabajo mal hecho que hagamos tiene consecuencias que en ocasiones podrían llegar a ser la muerte de personas”.

◆“A veces los medios se fijan en un caso en particular de un paciente y por presión mediática se termina privilegiando solo ese caso”.

Cuando no se respetan los derechos del otro, es decir de quien está bajo la influencia de algún tipo de trastorno físico o mental, el perjuicio que genera el periodista que lo protagoniza es grande, muchas veces demasiado. No volveré sobre los dichos de la profesional que lanzó al aire en un programa de televisión afirmaciones temerarias sobre la salud física y mental de una joven y –por extensión e influencia– de su madre. La madre es Cristina Fernández, dos veces presidenta de la Nación, actual vicepresidenta y conductora de una parte sustancial de la coalición gobernante; su hija Florencia no tiene actividad política alguna. 

El tratamiento de los temas de salud mental en los medios –siguiendo las ideas de Correa y los principios que rigen la ética en comunicación en el área– demanda una responsabilidad que no se ha dado en este caso. Los dichos de Laura Di Marco, la exposición de imágenes concurrentes, son de gravedad extrema y no se pueden agotar por un pedido de disculpas público, pero muy lavado. 

No es lo único cuestionable, condenable por su relación con lo periodístico: se inscribe en el constante ejercicio de un periodismo de trinchera para el que no parece haber límites. Así como en su momento programas como 6, 7, 8 sirvieron al kirchnerismo para la guerra mediática contra la oposición en tiempos del gobierno K, lo que se dice y expone hoy en programas de medios afines a la oposición (La Nación, Clarín y sus satélites en televisión y la web) resulta por momentos repulsivo y, diría, antiestético. Parece no haber límites a los insultos, las diatribas, las afirmaciones carentes de argumentos sólidos, los ataques y acusaciones virulentos sin información de respaldo. 

En definitiva, el caso que ha ocupado y ocupa buena parte del tiempo periodístico en estos días solo es parte de la lucha entre trincheras, cargadas con más odio que buen oficio periodístico.

Mea culpa. Debo aceptar como válidas las críticas que formula en su carta de hoy (ver Correo) el lector Gabriel Wolf respecto de mi columna del domingo 9. Omití los nombres y apellidos de dos funcionarios (uno actual, Sergio Berni, y su antecesor, Cristian Ritondo) y debo confesar que fue deliberado: preferí privilegiar los cargos en el gobierno provincial de Vidal y en el de Kicillof para darle mayor valor a lo institucional que a lo personal. Le aclaro al señor Wolf (un insistente crítico de lo que publica este diario, en particular columnas de opinión) que no hubo temor a juicios y tampoco la violación a preceptos centrales del ejercicio correcto de esta profesión. Incluir los nombres hubiese sido mejor.