La paliza electoral que ha recibido el kirchnerismo ayer le pone un nuevo marco a los próximos dos años de la economía argentina.
Y digo que le pone un nuevo marco, porque pasaremos del autoritarismo centralizado y “a-institucional” que caracterizó los últimos años de gobierno en la Argentina, a una conducción “compartida”, en donde cada protagonista de la política tendrá responsabilidades de gobierno.
Me explico. Hasta ahora, la oposición era básicamente “testimonial”.
Los gobernadores e intendentes eran subsidiarios de la caja discrecional del gobierno central y los empresarios, dependientes de su relación de “amistad” o “enemistad” con Néstor.
Este es el escenario que cambió. La oposición gobernará en el Congreso. La liga de gobernadores tendrá mucho que decir, y los empresarios tendrán la responsabilidad de levantar la voz, para influir en los cambios regulatorios que se necesitan.
Si hubiera que escribir un “programa económico mínimo” para los próximos dos años, éste debería incluir un urgente reordenamiento de la situación fiscal, plantear una alguna mínima reinserción en el contexto internacional, y revisar toda la maraña de acciones distorsivas y regulaciones que han impedido un funcionamiento razonable de la economía.
Cuentas. Empiezo por lo fiscal. Como comentaba en la columna de ayer, resulta muy difícil repetir, en el segundo semestre de este año, un esquema fiscal similar al de los seis meses que pasaron, con los gastos creciendo al doble de ritmo que los ingresos.
Cuál es el “mix” de políticas que podría surgir: ¿menores subsidios a las tarifas?; ¿freno de la obra pública?; ¿alguna presión impositiva adicional?; ¿alguna expropiación disfrazada?; ¿ahorro patriótico obligatorio para canalizar liquidez excedente de bancos y empresas?; ¿aceleración de la devaluación?; ¿más uso de las reservas del Banco Central?
Todo esto dependerá ahora no sólo de la voluntad del kirchnerismo, sino de su capacidad de negociación con la oposición interna y con la oposición externa y con los gobernadores que quedan en condiciones de discutir el “modelo de ajuste fiscal”, como nunca antes en los últimos años.
Paradójicamente, la oposición tendrá una responsabilidad inédita en el manejo de la cuestión fiscal de los próximos dos años.
Kirchner no coparticipó la bonanza, pero va a coparticipar el ajuste.
Volver al mundo. Respecto de la recuperación de las relaciones con el mundo, lo importante, para el corto plazo, es poder acceder a financiamiento, para que ese ajuste fiscal no sea demasiado doloroso.
También abandonar ciertas amistades “exclusivas”, para recuperar una vinculación más intensa con nuestros vecinos cercanos.
En este caso, será más importante lo que estén dispuestos a hacer los Kirchner, en especial con el INDEC, con la salida definitiva del default, y con Chávez, que lo que pueda aportar la oposición.
En cuanto a la recuperación de las reglas básicas del funcionamiento de la economía, incluyendo controles de precios, restricciones a exportar e importar, las órdenes telefónicas de funcionarios a empresarios privados al margen de la ley, estatizaciones e intervenciones varias, etc., se verá la verdadera vocación del peronismo, en sentido amplio, y del resto de la clase política argentina, para recuperar un marco de funcionamiento “legal” de la economía.
Y todo esto, mientras el peronismo define la sucesión y la oposición hace equilibrio entre compartir poder y no cargar con las “malas noticias” del poder.
La perspectiva, entonces, es de un país que marcha hacia la normalidad.
A ser, ahora sí, “un país en serio”.
Obviamente, ese es un gran desafío para una Argentina “olvidada” de cómo funciona una república.
Y, en materia económica, hace predecir un escenario sin crisis, pero sin grandilocuencia hasta que se defina una nueva e integral legitimidad en el 2011.
A menos, obviamente, que el kirchnerismo siga creyendo en los datos del INDEC y en el “boca de urna” de sus encuestadores.