Aunque no lo dicen explícitamente los candidatos presidenciales que encabezan, por ahora, las encuestas, sus economistas más cercanos reconocen en informes privados y a veces, aunque con eufemismos, en público, que el dólar en la Argentina, al precio oficial, está “barato”.
Esta “baratura” no sólo surge del hecho de que el Gobierno está usando el tipo de cambio como “ancla” antiinflacionaria, devaluando muy por debajo de la evolución de los precios internos, al estilo de la “tablita” de Martínez de Hoz (¡quién lo hubiera dicho, Joe y Axel un solo corazón!). Surge, además, de los cambios en el escenario internacional, donde el dólar en el último año se ha fortalecido fuertemente contra todas las monedas, menos el peso argentino.
Pero claro, si algún producto que tiene demanda está barato artificialmente y no por exceso de oferta, y “no hay para todos”, hay que racionar las cantidades y vender un máximo por persona, como con las latas de aceite o los paquetes de yerba en épocas de controles de precios.
Ese es el costado del cepo que administra la AFIP vía el dólar ahorro. Pero como la venta del dólar ahorro tiene, además, el objetivo de mantener calmo el mercado informal y, por lo tanto, minimizar la brecha entre el precio más parecido al verdadero y el controlado, la AFIP ha aumentado las autorizaciones de compra de dólares a un ritmo actual en torno a los US$ 400/500 millones por mes.
Pero, como ya se dijo aquí hace algunas semanas, cuando se discutía sobre el levantamiento del cepo a partir de un comentario de Mauricio Macri, la compra de dólares para ahorrar es sólo una parte del cepo. También hay que racionar las cantidades demandadas para importar insumos y bienes, y las transferencias al exterior por dividendos, regalías y otros pagos.
A la vez, un dólar barato, dado el escenario internacional comentado, que incluye la recesión brasileña y la caída del precio de la soja, desincentiva las exportaciones y el ingreso de dólares para invertir.
Por lo tanto, este precio del dólar está en el centro de la escena del estancamiento productivo y la caída del empleo de la Argentina de hoy. A este precio del dólar hay que controlar importaciones (menos insumos y bienes para producir y vender). A este precio del dólar se demoran inversiones, salvo los fondos en pesos que están retenidos por utilidades que no se pudieron girar en dólares al exterior y que se “transforman” en nuevos edificios para sedes de bancos internacionales, o ampliaciones de plantas de grandes empresas.
Dicho sea de paso, la curiosidad de la semana es que la Presidenta comenta orgullosa decisiones de inversión que se toman ahora, gracias a la certeza de que se va. En lugar de usar la cadena nacional para anunciar su fracaso, debería preguntarse por qué esas inversiones se anuncian ahora y no hace un par de años, cuando todavía su continuidad era probable.
Retomo: con el precio clave de la economía argentina fuera de foco se caen las exportaciones, hay que frenar importaciones, se cae la producción y se frenan la inversión y el empleo.
Por lo tanto, salir de este panorama implica poner el precio del dólar en el lugar que permita levantar el cepo, para retomar inversiones, producción y crecimiento. En síntesis, cambiar la política actual. ¿Alguien del oficialismo me puede explicar cómo la “continuidad”, la “reelección del proyecto”, es decir, manteniendo esta política, se pueden cambiar los resultados?
Pero poner en foco el precio del dólar significa bajar el costo laboral en dólares, bajar el gasto público en dólares, bajar el poder de compra en dólares de nuestros pesos.
Dicho de otra forma, volver a importar, exportar, invertir, producir, generar empleo, salir del estancamiento actual requiere otros precios relativos, del dólar, de las tarifas, de los salarios.
Pero el conjunto de precios relativos es el resultado, la consecuencia de una política fiscal y monetaria, no la causa.
Por lo tanto, el desafío macro será construir una política fiscal y monetaria que resulte en el conjunto de precios relativos necesario para volver a crecer.
A esta tarea habrá que sumarle la reconstrucción institucional. ¿Nos damos cuenta de que, más allá de lo evidente –el Indec y el BCRA–, hay que recuperar un Poder Judicial arruinado y contaminado por facciones politizadas?
También la reinserción de la Argentina en Occidente, para lo cual el tema de la deuda externa es prioritario, pero no es el único.
Y un diseño de políticas específicas para que las ganancias de competitividad y productividad sectoriales no dependan, en el futuro, de salarios baratos.