El problema con el problema de Dios es que no es un problema. Esta abundante redundancia reiterativa corresponde a una cuidadosa elección de palabras para que expresen en toda su fuerza la cuestión. En mi clase de Teología de la Creación intenté provocar a las/os y alumnas/os con la siguiente pregunta: Si Dios es bueno, ¿por qué ha permitido que tanta gente sufra con esta pandemia? Esta pregunta no es nueva y es retomada por las/os militantes del nuevo ateísmo que cuenta con Richard Dawkins entre sus principales exponentes. La observación de una alumna me hizo reconsiderar el problema de Dios. Con lucidez, ella sostenía que vivimos en una sociedad con una visión naturalista, es decir, todo lo que acontece en nuestro mundo puede explicarse en términos de la experiencia ordinaria y del conocimiento científico, y por lo tanto es una pregunta que ni siquiera se formula. Esto nos lleva al meollo de la cuestión. ¿Es el problema de Dios irrelevante hoy en nuestra sociedad?
El filósofo católico Charles Taylor en su extensa obra A Secular Age (2007) caracteriza una sociedad secular (se refiere al Occidente del Atlántico Norte) dando tres rasgos: 1. El Estado occidental moderno está desprovisto de una conexión a la fe en Dios. 2. Se ha vaciado a los espacios públicos de Dios o de toda referencia a una realidad última. 3. Se considera que esa fe es una opción entre otras, y con frecuencia no la más fácil de adoptar.
Éste último rasgo significa que habrá muchas personas a quienes la fe nunca les parezca una posibilidad viable. Taylor afirma: “Puede parecerme inconcebible abandonar mi fe, pero hay otras personas, incluyendo quizá algunas muy cercanas a mí, cuya forma de vida no puedo, con total honestidad, desestimar por depravada, o ciega, o indigna, simplemente porque no son creyentes (al menos no en Dios, o en lo trascendente). La fe en Dios ya no es axiomática. Hay alternativas”.
Entonces, me pregunto en nuestro contexto cultural ya secularizado o en vías de secularización: ¿cómo hablar de Dios?, ¿desde dónde hablar de Dios? Esta es la tarea de la teología entendida como lenguaje sobre Dios. Se trata de pensar el misterio de Dios y explicarlo con todos los límites de nuestra inteligencia y de nuestro lenguaje que recorta necesariamente la realidad. El teólogo Gustavo Gutiérrez se pregunta: ¿con qué lenguaje decir a los que no son considerados personas que son hijos e hijas de Dios? Gutiérrez intentará dar una respuesta en su comentario al libro de Job. En Job están presentes todos los inocentes de este mundo que sufren injustamente. Gutiérrez considera que en los capítulos 38, 39 y 40 del libro de Job se da el misterioso encuentro de la libertad divina y la libertad humana en el quicio del mundo, es decir, en su obra creadora. A diferencia de la caricatura de Dios que se puede ver en el episodio titulado Dios de Oats Studios en Netflix, o de un dios canalla como diría Ernesto Sabato en Sobre héroes y tumbas, el Dios de Jesucristo escandalosamente se abaja, se autoanonada para que su creatura pueda existir. Como escribe el teólogo Donald Dawe: “Dios Creador optó por vivir como creatura, el Creador se sometió al poder de su creación”. Dios desciende a los estratos más profundos del proceso evolutivo abrazando y sufriendo con sus creaturas. Contrariamente al dios canalla de Oats Studios que se divierte cruelmente con el sufrimiento de los pequeños humanos, el Dios Creador cuida con ternura de todo lo creado, aun de los malos, porque con su misericordia hace llover sobre justos y pecadores.
Entre tantas otras opciones, elijo creer en el Dios de la vida que se da gratuitamente sin abrumar con su existencia a quien simplemente opta dignamente por no creer, o incluso, militar contra su existencia.
*Jesuita, doctor en Astronomía, investigador de Conicet-Universidad Católica de Córdoba, ex director del Observatorio Vaticano.