El discurso de Macri en el Congreso reavivó la discusión sobre la relación del Presidente con la realidad. Ya el día anterior, en una excelente columna de Sergio Berensztein publicada en La Nación, se hizo mención a la disonancia entre el discurso y la acción del Gobierno (ver aquí). Pero terminada su exposición en el Congreso, emergieron entre quienes no lo apoyan diferentes tipos de críticas al carácter mentiroso de su discurso por omitir mucho de lo malo y resaltar lo poco bueno, ofreciendo finalmente una visión engañosa de la realidad.
La severa posición contra la mentira de la madre de Macri en su infancia pudo haberlo marcado
Para algunos, Macri es directamente un cínico: una persona que miente y realiza actos con descaro sin sentir vergüenza. Pero para otros es un incapaz al que su entorno le construye los argumentos más cómodos. En ese sentido, es desopilante la sátira que realiza Tortonese en el programa de Vernaci en radio Pop sobre cómo debería haber sido el discurso del Presidente (ver aquí) y una parodia de conferencia de prensa de Macri tras terminar su discurso en el Congreso (ver aquí) que vale la pena escuchar porque pone en palabras lo que piensa una parte de la Argentina.
Con ironía también lo tomaron los representantes de la oposición cuando Macri dijo que “aumentaron las inversiones, las exportaciones, bajó la pobreza y creamos 700 mil puestos de trabajo” (refiriéndose a sus primeros dos años), y en ese momento los legisladores del Frente para la Victoria y Alternativa Federal se pararon para aplaudir al Presidente en una inteligente protesta a la japonesa.
Pero queda otra interpretación sobre la disociación entre el discurso de Macri y la situación que no sea el cinismo, ni su versión atemperada, la hipocresía, o la del incapaz o inconsciente. Podría tratarse de una persona que puede tener una relación neurotizada con la mentira que con justicia les asigna continuamente a sus predecesores pero en su caso pueda ser también una proyección.
En la edición anterior a la actual de la revista Noticias, la madre del Presidente contó que siente culpa por haber sido muy severa con su hijo en la niñez con la mentira: “Por eso, dije, este chico no puede ser presidente”. La mentira “era una de las cosas que más le reprochaba: no se podía mentir, y le he llegado a pegar, cosa que me arrepiento”.
¿Se puede ser presidente sin –nunca– mentir cuando muchos comparten la idea de que la política se fundamenta en la mentira? Probablemente un individuo cuya madre consideraba la mentira el defecto menos permisible haya desarrollado una relación con la verdad catectizada por aquellos recuerdos infantiles y no permitiéndose el cinismo o la hipocresía precise para gobernar autoengañarse, incorporando falsedades como verdades.
La relación catectizada de Macri con la verdad parece hacerse evidente en las recurrentes menciones a que el kirchnerismo hizo de la mentira normalidad. Y una incapacidad de perdonársela a sí mismo lo obligue a construir una visión de la realidad donde él esté del lado de los buenos y quienes se le oponen, en el de los mentirosos o malos. Un mundo de mentira y verdad absoluta también precisaría de la grieta para poder irse a dormir tranquilo sabiendo que se está en el lugar de los que no mienten.
Sería injusto decir que el discurso de Macri rememora aquellos de los militares en la Guerra de Malvinas cuando decían “estamos ganando” porque todavía puede ganar, y sería exagerado concluir que Macri dio su discurso de despedida en el Congreso porque ya perdió. Pero si perdiera las elecciones del próximo octubre, correría el riesgo de que sus últimas palabras en el Congreso se convirtieran en el futuro en un registro de falta de sentido de la realidad. Si gana, sus palabras serán resignificadas como firmeza de la misma forma que la estrategia de confrontar con Cristina Kirchner será considerada una nueva demostración del talento electoral de Jaime Duran Barba.
Pero aun así, sería un triunfo pírrico ganar reduciendo los legisladores de la oposición no kirchnerista y aumentando los legisladores del sector kirchnerista por efecto de esa propia polarización. Y paralelamente, empeoraría su gobierno actual porque la misma herramienta que podría ser un recurso electoral para lucir beneficiado en la comparación con Cristina al mismo tiempo perjudicaría su gestión porque alejaría inversiones ante el peligro del regreso de la ex presidenta.
Asumiendo que el discurso de Macri en el Congreso fue el lanzamiento de la campaña electoral para su reelección, enfrenta el problema de que quien faltó a la verdad no es creído aun cuando dice
la verdad.
El reconocido psicólogo de Macri, Jorge Ahumada, miembro de honor de la Sociedad Británica de Psicoanálisis y editor para América Latina del International Journal of Psychoanalysis, seguramente debe haber profundizado sobre la relación de su paciente desde hace casi tres décadas con la mentira y cómo influyeron sus experiencias infantiles y la polarización entre su madre, opuesta a cualquier forma de mentira, y su padre, que pudo hacer de la mentira el mismo uso que los políticos a los que el Presidente critica.
Quizá Duran Barba sepa que tiene que convencer a Macri de lo que va a decir y hacérselo creer
El padre de Macri tampoco quería que su hijo se dedicara a la política porque creía lo mismo que su madre (“este chico no puede ser presidente”) pero quizá por motivos opuestos en su relación con las mentiras y la eventual necesidad de creérselas para pronunciarlas, extraviándose de la realidad.
En el centro de Buenos Aires hay carteles que dicen: “Chau Macri, basta de mentiras”. Justo lo mismo que su madre le prohibía que hiciera. Alguna forma de negación sobre la falta de verdad tiene que haber construido su subjetividad como elemento de defensa para no sufrir el castigo de su propia conciencia.