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batibarullos

El punto ciego

Este es un país que hizo de la caza de ministros de economía un saludable deporte.

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Nuestro más sentido pésame para el señor Mauricio Macri, cuyo padre murió un día después de que él pronunciara el mejor discurso de su vida política. Nos queda la duda, que tal vez sea también la suya, sobre si su padre oyó ese discurso y si fue capaz de escucharlo, de experimentarlo en toda su violencia (que era simétrica de la violencia de quienes lo escuchaban como primeros destinatarios, la Asamblea Parlamentaria). Corramos un tupido velo de pudor sobre el asunto y pasemos a otro tema.

Asumamos (aun cuando todas las evidencias parecen indicar lo contrario), que el señor Macri definió adecuadamente su gestión y la de sus ministros: agua limpia, asfalto, puentes, aeropuertos, parques nacionales, conectividad, AUH, calidad de enseñanza, etc.). Sigue habiendo un punto ciego: la economía, cuya gestión se encomienda a un ministro que, justo es decirlo, transita entre la estupidez, la ignorancia y la mala fe, confundiendo su accionar con el del Banco Central, que es otra cosa.

Admitamos (es necesario argumentativamente, aunque las evidencias...) que la solución del Banco Central a los problemas de la inflación y el tipo de cambio son correctas. Con este panorama, ¿cuáles son las políticas económicas más adecuadas para el desarrollo o, por lo menos, para evitar el estancamiento de la producción, el trabajo y el consumo? Cri, cri. El ministro no dice nada. Lo único que él sabe es garantizar la buena relación con los acreedores. ¡Pero eso no puede sostener un ministerio! Cualquier almacenero lo sabe: para mantener a los acreedores contentos, hay que pagar. Y punto.

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No se entiende, en el batibarullo de agresiones cruzadas, que nadie (ni los políticos, ni la prensa, ni los sindicatos) pida la cabeza de un ministro que, a todas luces, ha demostrado su incompetencia. Raro que en un país que ha hecho de la caza de ministros de Economía un saludable deporte, el “echen a Dujovne” no se oiga.