El cielo está lleno de nubes y de dioses, pero en la Tierra no hay tantos. Yo conozco solamente dos: Jean-Luc Godard y Elmore Leonard. Cuando salió mi primer libro, se lo mandé a Jean-Luc Godard con una dedicatoria que decía: “Maestro, aprendí tanto de usted que perdí la independencia”. Yo lo consideraba un elogio. Por alguna razón nunca recibí respuesta. Publiqué una decena de libros, y cada libro, cada vez, escribí la misma dedicatoria, lo metí en un sobre y lo mandé a Suiza a la casa de Jean-Luc Godard. Nunca respondió. Voy a seguir mandándole cada cosa que escriba. A lo mejor algún día responda.
En cambio, nunca le envié ni una línea a Elmore Leonard. No sé por qué. Y la dedicatoria hubiera sido idéntica. Sé que no puedo defender lo que voy a afirmar unas líneas más abajo, pero creo que Elmore Leonard es uno de los más grandes escritores del siglo XX. Ya sé, es exagerado: en un siglo por el que han pasado desde Proust hasta Céline, incluyendo a Borges, Joyce, Verne y Pessoa; es una afirmación, digamos, indefendible. Godard, en el film Chambre 666 de Wim Wenders, dice algo interesante hablando de la publicidad. Las publicidades duran apenas un minuto, dice, porque si duraran más estarían obligados a decir la verdad. Si semana a semana yo tuviera que escribir una frase, sin duda mentiría. Pero tengo que escribir 38 líneas, de modo que estoy obligado a decir la verdad, mi verdad: Elmore Leonard es el mejor escritor del siglo XX.
Luego de un largo tiempo de sequía, que comenzó cuando Ediciones B dejó de publicar sus libros nuevos y empezó a publicarlos Alianza (siempre en España), ahora, a cuentagotas, sus libros van llegando otra vez. Mal traducidos, pero tampoco puede pedirse todo. El otro día me topé por sorpresa en un estante con Perros callejeros. No sabía de su existencia. Yo andaba entre los estantes de una librería buscando la milagrosa aparición de Rylan, lo último de Leonard en español, el libro con las aventuras del marshall Rylan Givens, famoso por haberse convertido en el héroe de la serie de televisión Justified. Yo andaba por ahí, mirando, y de pronto apareció Perros callejeros. Lo saqué del estante, fui a la caja, lo pagué y recién en la calle, en un bar, me senté a mirar de qué se trataba. Maravilla de maravillas, Leonard ya empezó a comportarse como John Barth, que en Letters, una novela de 1999, se sentó a hacer que los personajes de todas sus novelas pasadas empezaran a mandarse cartas entre ellos. Leonard es un creador de personajes excepcionales, y ya debe de sentir que no puede inventar uno sin las perfecciones de otro, así que lo mejor es volver a recurrir a ellos. Lo hizo con Rylan, lo hizo con Chili Palmer, y ahora volvió a hacerlo con Jack Foley, el ladrón de bancos más grande de la historia, el gángster más simpático y seductor, el que con toda justicia terminó en la pantalla grande con la cara de George Clooney, y que había aparecido por primera vez en Tú ganas, Jack (Out of Sight).
Apenas leí treinta páginas, pero ya puedo asegurar que la literatura es dañina, un mal que habría que alejar prestamente: vivo más preocupado por las andanzas de Jack que por lo que pueda pasarle a mi vecino. Me interesa más su vida que la de todos ustedes. El es más mi hermano que mi hermano. No veo la hora de llegar a casa para saber en qué anda. Qué martirio.