COLUMNISTAS
El rol de la escuela

Instituciones educativas y violencias

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George Floyd. | Pablo Temes

Durante la pandemia Covid-19 se reflejaron desigualdades sociales, pero también, este escenario, se ha convertido en el marco para evidenciar otros flagelos preocupantes, como es el agravamiento de las violencias de todo tipo.

Tristes ejemplos de democracias débiles que facilitan rebrotes autoritarios muestran en sus extremos a las violencias institucionales, con ejemplos de ejercicio del poder arbitrario. Casos como el de George Floyd en Estados Unidos, entre otros, dieron fuerza al movimiento global “Black lives matter”, sumándole a la condena hacia la brutalidad policial, el rechazo hacia el racismo y la xenofobia.

En Argentina los crímenes como el de Ezequiel Espinoza en Tucumán, Blas Correas en Córdoba, o Facundo Astudillo Castro, en la provincia de Buenos Aires, por citar algunos, son ejemplos de una tendencia peligrosa para el respeto a la vida, los derechos, libertades y garantías ciudadanas.

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En tiempos de movimientos como el “ni una menos” o “me too”, se dio un aumento de denuncias por mal trato y violencias de género en todo el mundo. En nuestro país, según informes oficiales, las violencias intrafamiliares y/o sexuales tuvieron un gran crecimiento. Aun sabiendo que muchos casos no llegan a ser visibilizados por la cuarentena, que hace que las víctimas compartan todo el tiempo y espacio con los agresores.

Cepal, Unicef y Unesco en sus informes de 2020 sobre América Latina, resaltan que el aislamiento social obligatorio prolongado puede tener graves implicancias para la salud mental, provocando depresión, ansiedad, entre otras enfermedades. A lo que hay que agregar que existe un aumento a exposición a situaciones de violencias y abusos hacia niñas, niños y adolescentes, ya que esto se da generalmente en ambientes domésticos. La escuela funcionaba como posible vía de escape, detección y atención de esos casos.

Cepal/Unicef expresan que claramente esto impacta negativamente en el desarrollo cognitivo en las infancias y en la continuidad educativa. Por eso, si sabemos que la deserción es importante este año, debemos tener presente que son las mujeres las más afectadas. Según Unesco, en el mundo hay 11 millones de niñas que corren riesgo de dejar la escuela. Esto requiere atención.

Las comunidades educativas, en todos los niveles, son ámbitos primordialmente femeninos, por eso los sistemas educativos tienen que incorporar de modo urgente, otras capacidades que permitan conocer las realidades de los colectivos que pueden o son víctimas de violencias y trabajar en revertir esos procesos.

Es imperioso entender que las instituciones educativas cumplen un rol esencial, no solo para la formación, sino que son además un espacio para brindar soporte y bienestar psicológico, social y resiliencia emocional para el estudiantado y sus familias, pero también para las trabajadoras de la educación, que también son víctimas en muchas oportunidades de violencias.

Las instituciones educativas deben contar con dispositivos y competencias para abordar la prevención y tratamiento de violencias y evitar que estos procesos se profundicen.

Desde la sociedad civil, se gestaron numerosas iniciativas para visibilizar estas problemáticas, pero son insuficientes ante el encierro y la convivencia con agresores. Estos impulsos, no solo requieren del compromiso de todos, hace falta más compromiso público y de las instituciones educativas en la lucha contra las violencias.

Hoy es evidente que la pandemia no es solo sanitaria, ni se limita al Covid-19. Hay que instalar estos temas en la agenda pública y particularmente en la educativa para que se puedan impulsar acciones que aporten a la dimensión emocional y para detectar, asistir y acompañar a las víctimas de violencias en la transición entre el ahora y siempre.

*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.