No sé por qué dijo Elcano el señor Macri. Es zona plagada de virreyes: Avilés, Arredondo, Olaguer y Feliú, Loreto. En todo caso, lo felicito por haber evitado caracterizar el “descubrimiento de América”, ese punto de partida de un genocidio, como una “gesta”. Aunque si lo que quería era comparar alguna aventura pretérita con la situación actual de Argentina (esa otra “gesta”), no habría sido faltar a la verdad: somos víctimas de un meditado proceso de exterminio.
Los Borbones vinieron a cuidar sus negocios idiomáticos. El señor Macri les ofreció todavía más: vuelvan con sus empresas españolas a fundir lo que no fundieron antes. Ya antes le había otorgado al rey Felipe el Collar de la Orden del Libertador San Martín (un gesto de genuflexión sin antecedentes en la de por sí genuflexa historia argentina).
Yo partí raudo a Córdoba, invitado por mis amigos, a defender la autonomía lingüística de los americanos. Recordé que, en octubre de 1899, Rubén Darío publicó en La Nación un artículo en que puede leerse una declaración contundente sobre la separ-acción respecto de la monarquía española en el siglo XIX: “Los glóbulos de sangre que llevamos, la lengua, los vínculos que nos unen a los españoles, no pueden realizar la fusión. Somos otros. Aun en lo intelectual, aun en la especialidad de la literatura, el sablazo de San Martín desencuadernó un poco el diccionario, rompió un poco la gramática”.
La idea de una lengua desencuadernada se repite en Cortázar, desde siempre movido por el deseo (utópico) de construir una lengua que no sea una de las “momias de vendaje hispánico”, sino que “lleve algún día a un estilo nacido de una lenta y ardua meditación de nuestra realidad y nuestra palabra”.
En Rayuela, Horacio Oliveira “fue a buscar el diccionario de la Real Academia Española, en cuya tapa la palabra Real había sido encarnizadamente destruida a golpes de gillete”. “Joder”, dijo admirativamente Oliveira. (…) “Es realmente la necrópolis”, pensó. “No entiendo cómo a esta porquería le dura la encuadernación.”
Rayuela también reproduce una página de la revista Renovigo, publicación mexicana que abogaba por una reforma ortográfica racional. La “lengua ispamerikana” se escribe así: “No teníamos notisia de ke se ayara en kama”. Renovigo, en la década del 40. Hoy nuestros jóvenes, en los celulares. ¿No sería hora de tomarse en serio esos ejercicios y salir a espantar virreyes?