El día en el que se construya el monumento al entusiasmo, deberá ser una estatua ecuestre de Álvaro Arroba, uno de los mayores promotores de ídolos de todos los tiempos. Arroba es un crítico de cine, programador (y ahora editor) nacido en Valladolid, que ahora vive en Buenos Aires y trabaja en el Bafici. Con él fuimos alguna vez buenos amigos pero ahora somos más bien enemigos porque yo estoy más bien para el monumento a la ira y algunos de sus entusiasmos recientes me han hecho montar en cólera. Por otra parte, Arroba no para de descubrir genialidades fílmicas, literarias y musicales, de modo que cuesta seguirle el ritmo. Pero no puedo dejar de reconocerle la habilidad para contagiar sus pasiones ni sus muchos éxitos.
Uno de ellos se relaciona con la figura de Gonzalo García Pelayo, un personaje ciertamente bigger than life, como dicen por ahí. Pelayo nació en 1947 y se destacó como locutor de radio y como fundador de Gong, mítico sello discográfico del tiempo de la movida. En esa época comenzó a hacer películas y filmó una media docena entre 1976 y 1982. Entre ellas, la espléndida Vivir en Sevilla, de una originalidad rabiosa, rebelde y sofisticada, de un furor erótico y musical pocas veces visto en el cine (y ninguna en España). Una obra maestra que se convirtió en film de culto a espaldas de la taquilla y del consenso crítico. Deprimido por la falta de repercusión de su obra, Pelayo abandonó el cine y se dedicó a otros menesteres que lo llevaron a obtener una nueva notoriedad, esta vez como jugador de póker y creador de un método para ganar a la ruleta con el que se hizo millonario.
Mientas Pelayo se enriquecía con el juego, Arroba se encontró con sus películas y no paró hasta que logró entrevistarlo. En el encuentro entre ambos, Pelayo confesó que estaba esperando ser redescubierto y el contagio provocado por Arroba en otros colegas hizo que volviera a filmar tras una pausa de treinta años. Así, reapareció en las pantallas en 2012 pero ahora, después de haberse convertido en un gran operador de bitcoins, tiene dos nuevos proyectos. Uno es el de filmar al menos siete películas (pueden ser veinte) en el curso de un año, en locaciones que incluyen Kazajstán, la India y la Argentina, a donde Pelayo debe estar llegando en estos días para rodar un biopic de Isabel Sarli. Dos ya se estrenaron y una se llama, oportunamente, Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer tanto.
Por otro lado, con subsede en Buenos Aires, Pelayo y Arroba acaban de lanzar la editorial Gong, cuyos dos primeros títulos ya se encuentran en las librerías. Uno de ellos es Política de los actores, de Luc Moullet, primera traducción al castellano de un clásico encantador e imprescindible de la crítica de cine. El otro se llama Las islas imposibles y es la primera novela de Daniel Villamediana, un cineasta paisano de Arroba que cuenta las aventuras de Colón en compañía de un traductor y erudito judío a lo largo de un viaje imaginario, picaresco y filosófico que recuerda a Gulliver, a Gordon Pym y al Manuscrito encontrado en Zaragoza. La editorial, como no podría ser de otra manera, se propone una serie de colecciones ambiciosas, desde nuevos autores hasta obras maestras nunca traducidas. No hay duda de que el mundo sería más chico y más triste si no existieran los megalómanos.