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Resistamos que no es poco

La existencia de dos clases de ciudadanos con libertades diferentes, debería despertar la alarma entre los intelectuales progresistas.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

No me vacuné contra el covid y con el pase sanitario va a ser difícil de evitar, a menos que uno acepte (y esté en condiciones materiales de hacerlo) ser un muerto civil que tiene prohibido viajar en colectivo, concurrir a espectáculos, tomarse un café, sacar el registro, ir al banco y tantas otras cosas que hacen a la vida cotidiana en este siglo. Las restricciones para los no vacunados son obviamente discriminatorias y sospecho que ilegales, pero se aceptan en nombre de la salud pública como se aceptaron en su momento la cuarentena, el toque de queda, el cierre de escuelas, las fronteras interprovinciales, la prohibición de hacer ejercicio al aire libre y la obligación de circular con barbijo, aunque esas medidas nunca probaron su eficacia y causaron perjuicios de toda índole. Aun así, se podría decir que decir que la humanidad ha progresado: en otra época, por cuestiones de salud pública se llevaba a los ciudadanos a la guillotina y ahora solo al vacunatorio.  

Tampoco es que las vacunas tengan un efecto definitivo, aunque se afirma que su aplicación aumentó la inmunidad y disminuyó la letalidad del virus. Sin embargo, hasta políticos y periodistas, los grandes amigos del Estado Sanitario, deberán reconocer que su implementación fue un tanto caótica. Primero se trataba simplemente de una inyección pero, de un día para otro, nos enteramos de que eran necesarias dos, luego un refuerzo, tal vez otro y así hasta el infinito. Cuando la pasión por confinar y vacunar baja un poco, aparece una nueva cepa misteriosa que aumenta el pánico y habilita nuevas medidas. Al mismo tiempo, la idea sensata de proteger a los más vulnerables se extendió hasta incluir a los niños y adolescentes, quienes no sufren la enfermedad, algo que se sabe desde el primer día pero no impidió actuar como si estuvieran en peligro. El confinamiento de los sanos y la inoculación de los inmunes fueron medidas insólitas en la medicina moderna. Y ahora, para completar la escalada, tenemos vacunas a la fuerza.

La existencia de dos clases de ciudadanos con libertades diferentes, debería despertar la alarma entre los intelectuales progresistas. Pero solo la derecha se mostró sensible a este disparate. Sin embargo, en la izquierda hay unas pocas y meritorias excepciones, como las de Giorgio Agamben y otros italianos que se proponen organizarse y resistir a lo que en Italia se llama el green pass. Agamben se muestra azorado ante una política por la cual el Estado le concede a sus portadores el goce de los derechos que ya eran suyos. “Si la libertad, por ejemplo la libertad de salir de casa, ir al restaurante o tomar el tren necesita ser autorizada, no es libertad” dice Agamben y protesta contra lo que llama un golpe de Estado sanitario así como por el servilismo de los medios y una medicina que no admite excepciones.  

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Mientras tanto, ocurren varias cosas bajo la superficie. Hay rumores de que algunos sufren consecuencias graves por culpa de la vacuna pero ni un solo dato oficial al respecto. Por otro lado, a los que tememos por nuestra salud y nuestros derechos, hay muchos que nos miran condescendientes y nos aconsejan callar y vacunarnos. Es que siempre fue más fácil obedecer que hacerse preguntas y la desobediencia ajena inquieta a los sumisos. A pesar de que suena difícil, propongo resistir mientras se pueda.