COLUMNISTAS
opinion

En democracia, lo necesario es la empatía

default
default | Cedoc
Como sistema político, la democracia solo funciona si personas que piensan y viven de manera distinta pueden ocupar el mismo espacio público y construir en conjunto. Por eso, la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es un valor democrático central. Y pocos temas parecen desafiar nuestra empatía tanto como el aborto. Por eso mismo, toda discusión sobre el aborto tiene que empezar entendiendo, no solo intelectualmente sino también humanamente, la postura de las personas con quienes se discrepa.

Interrumpir un embarazo no es algo ligero. No es una decisión que se toma alegremente. Desde mi punto de vista, siempre tiene un elemento de tristeza, por el mero hecho de que hay, sea cual fuere la razón, algo que no se quiere. El primer ejercicio de empatía democrática es intentar ponerse en el lugar de la mujer que toma esa decisión difícil. Escucharla, entenderla, y no caer en la bajeza de ir a satisfacer prejuicios propios tomando al otro como excusa.

Para dar la discusión adecuadamente tenemos que aceptar, también, que sobre temas complejos habrá posturas diferentes y difíciles de conciliar. Quienes están en contra del aborto no pueden ser catalogados a la ligera como retrógrados o fascistas (etiquetas que sobrevuelan la discusión). Las distintas posturas religiosas y la postura “a favor de la vida”, que parten de una concepción de la humanidad que no puede desestimarse sin más, deben ser escuchadas y consideradas. Acá, también, hay que ejercer la empatía como base de toda conversación. Tampoco hay que cometer el error de creer que son homogéneas: en las religiones, por ejemplo, se puede encontrar posturas diversas, y dentro de ellas las posturas han variado a través de la historia.

Por otra parte, hay que abrirse a los argumentos a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. Hay dos que, en mi opinión, merecen especial atención. Por un lado, la terrible realidad cotidiana de los abortos clandestinos en el mundo y en nuestro país, y las consecuencias negativas que tiene esto en términos de salud pública. Por el otro, el énfasis en la libertad de elección de la mujer en relación con su propio cuerpo, asociada con conceptos de igualdad de género y con la realidad socioeconómica del embarazo y la maternidad. No hay etiqueta ni manera sencilla de pasar por alto estos puntos. Una vez más, es fundamental la empatía.

Lo peor que puede hacerse con los problemas difíciles es esconder la discusión. En este sentido, es un enorme progreso que en Argentina estos temas aparezcan en los medios y en la opinión pública. Y es muy destacable que la conversación la estén llevando adelante mujeres. Siempre me sorprendió que en Estados Unidos, por ejemplo, las principales voces en discusiones sobre el aborto fueran de hombres.
El paso siguiente es una discusión institucional. En un mundo de creciente desconfianza hacia las instituciones republicanas y democráticas, tenemos una oportunidad enorme de aprovechar la potencia y la importancia del Congreso, con sus comisiones y sus deliberaciones, que servirán sin duda para dar al tema el tratamiento que merece. Todos tenemos distintas posturas y estamos más o menos convencidos de ellas, pero necesitamos mecanismos institucionales para dirimirlas a nivel político. Nunca debemos olvidar que, por suerte, en esta tensión, incertidumbre y conversación se juega la democracia.

*Filósofo. P.H.D Universidad de Harvard.