Cuando se establece un día de celebración, recordación y/u homenaje, es para que la sociedad ese día festeje e incluso agasaje a quienes se dedica. En el del padre, se promueve se les celebre y hagan regalos, algo muy jerarquizado. En ese sentido considero que lo mejor que podemos hacer es obviar los regalos y hablar de los vínculos entre hijes y padres y todo lo que esto comprende, el día se presta para pensar y analizar sobre estos vínculos y su fundamento.
Mientras muchas personas celebran el día, están las que lo padecen porque el vínculo con ese que se dice padre es de violencia y violación. El relato reciente de esa mujer de 33 años que ahora pudo hablar de la violación que sufrió entre los 5 y los 12 años por parte de su progenitor, que además la compartía con su padre y hermano, que también la violaban.
Ella no puede celebrar ese vínculo lógicamente y, sin embargo, durante decenios ocultó sus sentimientos y guardó ese secreto de familia que la lastimaba incluso cuando ya no la violaban. Ahora, con alguno de ellos muerto, quiere hacer el juicio sabiendo que no los van a penalizar porque prescribió hace años, pero quiere que se sepa la verdad. Esto es algo que se repite en muchos casos, lamentablemente muchos más que los que imaginamos. La mayoría cree que esto no existe, le cuesta reconocer que se oculta. Por eso en este día quiero que pensemos en eso y entendamos que ese vínculo no es siempre algo idílico y que es hipocresía no hablar de estas realidades.
Hace varios años fue invitada a exponer como experta en ONU en un aniversario de la Conferencia de Población y Desarrollo de 1994 en El Cairo. Allí dije, en base a los estudios que sobre la niña hicimos en distintos países de América Latina y el Caribe, que el lugar más inseguro para las niñas era la casa, ya que allí es donde las violan y abusan. Hubo quienes dijeron que exageraba, pero los datos nos indicaban eso y no podía soslayarlo ni cambiarlo. Lamentablemente esto no disminuyó, sino que aumentó, y la pandemia contribuyó a ese aumento.
Debemos hablar de algo que está asociado a la paternidad biológica o social y que queremos que se erradique, hablando promovemos la prevención para que los futuros padres e hijas no lo reiteren. Y digo hijas porque en general la proporción es de nueve niñas frente a un varón.
Por eso hablar en la escuela, en las clases de Educación Sexual Integral, de estos temas es una forma de prevenir, desde el conocimiento, que no se dejen hacer cosas en su cuerpo o el de otros que no quieren, que se plantee el respeto a la decisión de la otra persona, base del consentimiento que no está presente en el abuso sexual en la infancia; quienes lo experimentan no lo quieren, les molesta pero no pueden evitarlo. Ese es el drama, los atrapan en un vínculo de afecto y quedan rehenes de esos adultos. En general la madre es a quien sus hijas o hijos le dicen, y es ella la castigada y víctima también de violencia.
Lo más grave es la conducta de la Justicia, tanto jueces como el resto del personal, que actúan en muchos casos aferrados a leer esto en clave de un Falso Síndrome de Alienación Parental, que desarrolló un psiquiatra norteamericano. Según él, las madres ante pleitos que tienen con el padre les llenan la cabeza a les hijes para que los denuncien por abuso.
Esto lleva a la persecución de las madres protectoras que llega a límites insospechados, los relatos de agresiones con el uso de las fuerzas de seguridad que les arrancan las hijas o hijos para dárselos al padre abusador son diarios. Esto con el aval de la Justicia, que justifica la acción en la locura o maldad de la madre que pone en riesgo a la niña o niño. Hay testimonios desgarradores de criaturas que viven esto, rechazan al padre pero no les creen y las obligan a revincularse o vivir con el abusador. Esa paternidad debemos eliminarla.