Esta época del año es propicia para mirar hacia atrás y ver qué nos pasó, qué balance hacemos de este 2022, primer año pospandemia, aunque en realidad, la pandemia no se acabó, pero sí fue el año en que recuperamos las actividades presenciales y la vida “normal” o como era antes de la pandemia. Pero fue un año muy atípico, porque tuvo muchas alternativas no previstas e incluso en algunos casos debidos a efectos por el impacto de la pandemia. El atentado contra la vicepresidenta fue un hecho que determinó grandes cambios y que afectó el normal funcionamiento del Congreso, tanto la Cámara de Diputados como el Senado y superó a estos porque fue un hecho muy grave y con repercusiones en todas las instituciones. Lamentablemente la investigación fue deficitaria, pero se llegó a identificar a los participantes. El otro hecho que generó un importante cambio en el Gobierno fue la renuncia súbita del ministro de Economía y el cambio que llevó a la salida del presidente de la HCD, quien pasó a ocupar el cargo de ministro de Economía y la elección por primera vez de una mujer presidiendo la HCD, algo muy importante y que no podemos ignorar y que celebramos. El último evento que afectó el desarrollo de las instituciones fue el Campeonato Mundial de Fútbol y su desenlace con el triunfo de Argentina quien logró por tercera vez clasificarse como Campeón Mundial. Estos son los hechos que ocurrieron y que no podíamos predecir. ¿Pero qué más pasó?
Lo que parece más importante es ver cómo se trató de superar los efectos negativos de la pandemia en áreas como la educación, los niveles de pobreza y empleo, y los programas de atención a las necesidades de mujeres y niñas con relación a la violencia de género. En educación el retraso que implicó la suspensión de la presencialidad por un año y más, fue algo que aún no llegamos a identificar en toda su magnitud. La pérdida del año lectivo fue una realidad para un importante grupo del alumnado en todo el país, grupo que se retrasó, y en muchos casos se “perdieron” para la escuela. Esto implicó el abandono escolar que se registró y que afectó más a la niñez y adolescencia de los sectores con menos recursos económicos, sean ellos pobres estructurales o empobrecidos recientes. Esto significa una mella en la posibilidad futura de la participación laboral de estos que abandonaron y algo que los empobrece individualmente, pero también al país como colectivo. En las niñas y mujeres adolescentes implica un mayor nivel de embarazos precoces y de convivencias o uniones que las signarán para el resto de sus vidas como pobres y las mantendrá en actividades de cuidados no remunerados familiares y con escasa y/o pobre inserción laboral. Son niñas que no tienen otro plan de vida que la maternidad y el cuidado de hijos y los quehaceres domésticos y de cuidados no remunerados de familiares e integrantes del núcleo familiar. Lo positivo que ocurrió es que se envió al Congreso el proyecto de ley de cuidados que esperamos se apruebe pronto y que ayudará a estas niñas y mujeres que están hoy dedicadas a los cuidados no remunerados sin otra alternativa.
Con relación a la pobreza debemos reconocer que no se mejoró la situación, sino que siguió creciendo. Especialmente, preocupa el aumento de los grupos bajo la línea de indigencia y por la inflación cada día hay más que ingresan en el grupo de nuevos pobres. Esto es algo que exige políticas macro y microeconómicas y que, por ahora, no se ven sus resultados. En la medida que no se baje la inflación y se generen condiciones de creación de empleo no habrá soluciones, los planes y otras acciones son soluciones transitorias que se están perpetuando y que no son deseables, pero que no se pueden interrumpir porque sería aún peor sin un traspaso gradual al empleo formal. Estos son los desafíos para 2023.