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Enamorado de Christine Lagarde

El Fondo Monetario Internacional tiene razones que el corazón desconoce. Y, se sabe, el amor es más fuerte.

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Lagarde es al FMI lo que el papa Francisco es a la Iglesia Católica. Pero eso sí, un poquito menos peronista. | presidencia

—¿Qué hacés? –grita Carla, mi asesora de imagen, abriendo la puerta de mi oficina sin avisar.

—Nada –respondo, me saco las manos de la entrepierna y las apoyo sobre el teclado, mientras mi vista sigue en el monitor, donde se proyecta un video de un discurso de Christine Lagarde.

—¿Estás haciendo lo que yo creo que estás haciendo? –pregunta Carla mientras camina hacia mí. Creo. La escucho a mis espaldas. Yo sigo mirando el monitor.

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—Si lo que creés que estoy haciendo es buen periodismo, sí, estoy haciendo lo que creés que estoy haciendo –respondo mientras simulo atención en lo que está diciendo Christine desde la pantalla.

Carla se acerca a donde estoy yo, se para frente a mi silla, pone una mano en el respaldo, a la altura de mis hombros, me mira a los ojos, mira mi entrepierna, vuelve a mirarme a los ojos, mira la pantalla, vuelve a mirarme a los ojos y con nuestras miradas cruzadas dice:

—Te veo un poquito obsesionado con Christine, ¿puede ser?

—Creo que me estoy enamorando…

Carla empieza a reírse. Y sigue. Y sigue riéndose. Se tienta. Me quedo observándola.

—Es una mujer atractiva, no me lo vas a negar…

—¡Obvio! –exclama Carla—. ¡Es la directora del Fondo Monetario Internacional! Para que una mujer llegue a ese lugar tiene que ser muy inteligente. Pero muy. Así que sumá inteligencia y poder. ¿Hay algo más atractivo que eso?

—Me gusta –reconozco.

—Por favor, no vayas a poner eso en tu columna, sería tu suicidio periodístico y humano.

—Estás exagerando.

—¿Sos idiota?

—Suicidio periodístico y humano –digo en tono muy burlón—. ¡No seas paranoica!

—A ver si entendés: sería un suicidio periodístico porque estarías siguiendo al pie de la letra lo que dijo el presidente Mauricio Macri: que nos íbamos a enamorar de Christine Lagarde…

—Es que es tan linda…

—…y humano porque Victoria te va a matar –continúa Carla sin prestar atención a lo que le digo–. Acordate el quilombo que tuviste en casa cuando le declaraste tu amor a Cecilia Pando con ese poema.

—Viki está armando un nuevo partido, no se va a dar cuenta.

—¿Otro partido?

—Sí, por suerte –reconozco–. Pero armar un nuevo partido lleva mucho más trabajo que escribir una columna política. Está demasiado ocupada. En serio, ni se va a avivar de lo mío con Christine.

—Bueno, mientras no le escribas un poema a Lagarde…

—Es que ya se lo escribí. Un soneto. Decime si te gusta.

Carla se queda inmóvil, sin palabras, observándome. Yo recito:

Poema de amor a Christine

Por tu hermosa sonrisa bajo el gasto

por tu mirada al sueldo pongo fin

si lo pedís, mi amor, yo como pasto

dame crédito ya, bella Christine.

Si me abrazás yo afronto el duro y vasto

ajuste: tu anhelado berretín

por una noche con vos me vuelvo casto

hasta volver a encontrarte, mi Christine.

El ajuste al bolsillo es necesario

si me lo pide el Fondo Monetario

y un ajuste con vos es puro swing.

Deportista, nadás, jugás al tenis

vos no te parecés a Sergio Denis:

sos usura de amor, bella Christine.

Carla se queda un rato en silencio. Tiene la mirada perdida, como si no supiera qué decir. La veo desconcertada. Me gustaría preguntarle si le gustó el poema, pero me parece que no es el momento. Después de un buen rato en silencio, habla.

—O sea que vas a dedicar toda tu columna política a declararle tu amor a Christine Lagarde.

—Bueno, no, supongo que voy a tener que decir algo sobre la renuncia de Messi a la Selección —digo.

—¡Pero Messi no renunció a la Selección! –dice Carla, sorprendida.

—Bueno, entonces, sobre la renuncia de Toto Caputo al Banco Central, que es más o menos lo mismo.

—También deberías hablar de las elecciones y del candidato que arrasa en todas las encuestas.

—¿Macri? ¿Cristina? ¿Vidal?

—No, el dólar –responde Carla–. Y no te olvides de la cumbre del peronismo machirulo entre Massa, Urtubey, Schiaretti y Pichetto. La foto del espanto.

—¡Eh, es un poco fuerte lo que decís sobre esos cuatro candidatos! –me quejo.

—Me refiero a que no los une el amor sino el espanto.

—Ah, menos mal. Igual yo sigo pensando en Christine y la revolución que está llevando adelante en el FMI.

—Sí, un FMI con rostro humano, papal, vaticano.

—¿Qué querés decir? –pregunto.

—Que Christine Lagarde es al Fondo Monetario Internacional lo que el papa Francisco es a la Iglesia Católica –concluye Carla–. Pero eso sí, un poquito menos peronista.