Hay un género literario que no es ensayo ni ficción y merece el nombre de ensalada. Es cierto que muchas novelas contienen referencias históricas y exponen las ideas del autor sobre temas varios; también que en las crónicas y biografías se usan las técnicas de la novela (siempre se hizo y ahora se enseña en los cursos correspondientes). Pero los libros del chileno Andrés Labatut (Rotterdam, 1980) mezclan de tal modo lo que es con lo que no es, lo personal con lo metafísico, la ciencia con la fantasía, la descripción con la anticipación, y lo hacen de un modo tan fragmentario, tan parecido a un picadillo, que se me ocurrió que sus libros son, si no pioneros de un nuevo género, al menos grandes representantes de él. Lo de la ensalada pega también con el primer título que leí de él, que también es el más vendido y traducido: Un verdor terrible (2016). Lo asocié con la verdura y de ahí hasta la ensalada hay un solo paso.
Fritz Haber, un alemán que fue Premio Nobel de Química, descubrió la manera de extraer nitrógeno del aire y fabricar los fertilizantes que permitieron alimentar a la población mundial en su crecimiento espectacular a lo largo del último siglo. Haber, un judío asimilado y patriota, también logró un insecticida que daría lugar al gas que mató a parte de su familia en los campos de exterminio nazis. Pero además tuvo una fantasía apocalíptica: creía que las plantas podrían llegar a crecer sin control y apoderarse del planeta, destruyendo otras formas de vida, en particular la humana. Las fantasías apocalípticas son el meollo de la obra de Labatut, que aclara que no todo lo que aparece en el libro es cierto. Pero lo cuenta de un modo enérgico y vertiginoso, características de una prosa destinada a atrapar al lector en sus vaivenes. Cada frase que escribe Labatut es contundente pero, al formar parte de un texto tan abigarrado, se deshace en la mente al poco tiempo. No sé si es un defecto o una virtud, tal vez esto último, porque da lugar a nuevos efectos, nuevas pompas de jabón.
En Después de la luz (2016), el estilo ensalada alcanza su paroxismo. El libro es una reunión de textos breves en los que el autor habla de su depresión y de sus enfermedades, pero también de (casi todas) las religiones y, sobre todo, de las grandes teorías de la física y la matemática para insinuar que el mundo es siniestro, indescifrable, peligroso, y tiene un destino incierto.
Labatut es de aquellos que creen que nombres como Cantor con sus infinitos discontinuos así como Gödel con sus agujeros en la lógica hacen que “todos los matemáticos vivan con miedo”, un disparate que la espléndida evolución de la matemática desmiente. Pero Labatut no retrocede.
En Un verdor terrible cuenta con truculento fervor las controversias en la física moderna, mezclando las rivalidades cognitivas y las obsesiones sexuales de los genios del siglo XX.
En su último libro, La piedra de la locura (2021), hay un ensayo en el que sugiere a partir de Lovecraft, Philip Dick y la teoría del caos que el mundo bien puede haber sido abandonado por los dioses o estar en manos de un aciago demiurgo, y que nuestra locura es consecuencia de que “el precio que pagamos por el conocimiento es la pérdida de la comprensión”. No está nada mal esa frase como aderezo de la ensalada.