COLUMNISTAS
Pandemia y gobiernos

Entre depresión y delirio

Macri y Pablo Avelluto, en una de sus apariciones fuera del poder, presentando el libro del expresidente.
Macri y Pablo Avelluto, en una de sus apariciones fuera del poder, presentando el libro del expresidente. | cedoc

A medida que se cruzan y analizan estudios y encuestas de diferentes fuentes realizadas desde el comienzo de la cuarentena, confinamiento y demás medidas anti-pandemia, es posible describir el estado de ánimo de la mayoría de la población argentina a través de síntomas como desesperanza, decepción, resignación, incertidumbre, preocupación, depresión, desasosiego. Ese estado de ánimo fue rastreado a lo largo del último año desde distintas perspectivas, que van de la política a la salud mental, por entidades como el Observatorio de Psicología Social de la Universidad de Buenos Aires, la UADE, la consultora Poliarquía, la Universidad de San Andrés y varias otras.

El segundo año de pandemia, y de gobierno del tándem Fernández-Fernández, es transitado por una masa crítica de la sociedad (que no incluye al núcleo duro de fanáticos y abducidos) bajo el signo de la depresión y del síndrome de la indefensión adquirida, fenómeno conductual que afecta a quienes, habiendo sido agredidos repetidamente, pierden el instinto y la capacidad de defensa ante el agresor y se entregan resignados e impotentes a lo que consideran un destino irreversible. Indicios ineludibles de ello se encuentran en el casi silencioso cacerolazo del sábado 20 de marzo y las escuálidas concurrencias a las últimas convocatorias a protestas cuyas consignas son cada día más confusas y contrastantes, como si un virus de confusión mental colectiva se hubiese infiltrado silenciosamente en los convocantes y los convocados. Actos reflejos que parecen responder más a agonizantes restos de instinto que a consignas y objetivos certeros y fundamentados.

Una sociedad es un organismo y un sistema. En lo organísmico y en lo sistémico todo tiene que ver con todo, de manera que la totalidad y sus partes son interdependientes y se afectan mutuamente. De ahí que las alteraciones anímicas y de percepción de la realidad que se divisan en el aspecto colectivo asoman también en personalidades destacadas e influyentes del cuerpo social. Así, se escucha al presidente proclamando un día que “estamos vacunando a todos los argentinos” para señalar de inmediato que no hay vacunas para todos y que cada uno deberá cuidarse solo. Del me preocupa la vida antes que la economía a que cada uno conserve la vida como pueda y en medio de una economía devastada. Todo dicho sin el menor rubor ni arrepentimiento por las contradicciones permanentes de un discurso errático hasta la exasperación. El capitán del Titanic altavoz en mano diciendo que no hay botes para todos y que quien quiera salvarse deberá nadar o ahogarse, mientras los pasajeros de primera clase (los amigos del capitán y de su equipo) siguen subiéndose a los pocos botes que hay con los salvavidas puestos. Aun así, el capitán sigue emitiendo mensajes que hablan de una realidad indemostrable y que solo buscan la aprobación de la dueña del astillero.

En paralelo, el anterior conductor de la nave que hace años y años se hunde sin remedio publica un libro que alguien tecleó por él, en el que despliega su propio divorcio de la realidad, como lo hacía cuando, en medio de encallamientos anteriores provocados por su pésima lectura de los mapas, corría a descansar en Villa La Angostura o a atender asuntos futbolísticos al parecer impostergables tanto en Suiza como en Paraguay. A propósito de esto, y cómo lo evidencia el título de su presunto libro, su limitado vocabulario sigue reducido a términos futbolísticos.

El uno y el otro hablan de países imaginarios que solo existen en sus respectivos divagues, discuten en espejo y usando el mismo argumento, que parecen prestarse alternativamente, como aquellos ejércitos enfrentados que, en el relato del genial humorista español Gila, disponían de una única bala para ambos y disparaban por turno. En psicología se llama proyección al acto por el cual se le cuelga al otro todo lo que uno no ve ni acepta de sí mismo.

Así, entre una sociedad deprimida y apática y dirigentes sumidos en peligrosos delirios o en obsesivas búsquedas de impunidad para lo que no tiene perdón, la Argentina continua su deriva de nación que no puede ser.

*Escritor y periodista.

Producción: Silvina Márquez