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Entre mandar y laburar

Si no fuera por la hecatombe socioeconómica en la que estamos inmersos, la política argentina ofrece cada día rasgos muy ricos para analizar.

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Gestos. Que lo importante lo diga la vice y no el Presidente es algo problemático. | Cedoc

Si no fuera por la hecatombe socioeconómica en la que estamos inmersos, la política argentina ofrece cada día rasgos muy ricos para analizar. La oposición no escapa a ello (ni siquiera el liberalismo excéntrico y dividido), pero la centralidad es de quien ejerce el gobierno, como siempre.

La enésima muestra sucedió el viernes, en el Estadio Único de La Plata rebautizado Diego Maradona, según uno de los varios anuncios del anfitrión, Axel Kicillof. Allí se conmemoraba el primer aniversario de su asunción como gobernador, con una contundente puesta en escena protagonizada por quienes representan el poder del Frente de Todos.

Allí estaban diferentes partes de un mismo rompecabezas, empezando por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, pero siguiendo con Sergio Massa (Frente Renovador), Máximo Kirchner (La Cámpora), Kicillof (el dedo de CFK y la explosión camporista bonaerense) y Verónica Magario (en representación de las intendencias del Conurbano).

La imagen fue tan poderosa como contradictoria. En el escenario se mostró unidad, como forma de ratificar la alianza que los llevó a desalojar al macrismo del poder y con la que esperan revalidar títulos en las legislativas. Sí, fue el primer acto de campaña hacia las elecciones de medio término.

Pero esa robustez visual contrasta con la endeblez de las gestiones, tanto a nivel nacional como provincial. Ello no solo está expuesto por los hechos, sino también por los dichos expresados en ese mismo escenario platense. Acaso el envase intente disimular el contenido.

Dios es argentino, menos mal

A pura redundancia, huelga insistir con la insistencia de Cristina en marcarle la cancha a Alberto. Lo ha hecho en privado, varias veces. Lo hace últimamente en público, cada vez más. A él y a su equipo. De la carta con “funcionarios que no funcionan” a quienes “tengan miedo o no se animen, vayan a buscar otro laburo”.

En un sistema tan presidencialista como el nuestro resulta una anormalidad que quien ocupa la vicepresidencia tenga más peso que su jefe, el Presidente. Ya no sorprende: tampoco hay antecedentes en el mundo de que la 2 de la fórmula presidencial elige al 1. Maravillas argentinas.

La enésima bajada de línea de CFK fue contestada por Alberto F. Con su estilo ya cansino de profesor universitario, claro. Plagado de explicaciones supuestamente didácticas, anécdotas y menciones a los presentes. De paso, una devolución de gentilezas: “Hice lo que me mandaste”, dijo mirándola, en referencia a un consejo recibido.

Que lo importante lo diga la vice y no el Presidente no deja de ser un problema. Máxime cuando eso no se limita a ser la comidilla del periodismo, sino que se esparce por el Gabinete, el Frente de Todos y el círculo rojo en general.

Tras el acto, Alberto, otra vez, volvió a decir que suscribe lo que sostuvo Cristina. Y volvieron con fuerza las versiones interesadas sobre cambios en el equipo presidencial, desmentidas desde Olivos. Salvo Martín Guzmán y Wado de Pedro, el resto de los nombres parecen estar incluidos en la tómbola del recambio. Habrá que ver si es un síntoma de obediencia o de laburo.