El politólogo Andrés Malamud explicaba la división del trabajo entre el Presidente y la vicepresidenta asignándole espacios políticos en temporalidades diferentes. La agenda de Cristina Kirchner se concentraría en el pasado (sus causas judiciales) y en el futuro (Máximo Kirchner-Axel Kicillof y los “chicos” de La Cámpora). La agenda de Alberto Fernández se circunscribiría solo al presente.
Para algunos filósofos, el único tiempo real es el presente porque resignifica continuamente al pasado, que ya no es, y crea las condiciones para un futuro, que todavía no es. Alberto Fernández, con su acción de gobierno, sería el actor principal de la resignificación del pasado de Cristina Kirchner y el artífice del futuro que podrían tener los “chicos” que heredarán el capital político que legará Cristina Kirchner.
Pero que la agenda de Alberto Fernández se circunscriba al presente es interpretado, en mayor medida por aquellos que no digieren el regreso del kirchnerismo al poder, como una reducción de la figura presidencial y una confirmación de la superioridad absoluta del poder de Cristina Kirchner. Paradoja para un gobierno del Frente de Todos que el Presidente sea un CEO al que la accionista le delega el manejo de lo cotidiano.
CFK ve un pasado irreversible pero el presente tiene el poder de cambiar el pasado y el futuro
Esa obsesión con la vicepresidenta da como número puesto a Máximo Kirchner o Axel Kicillof como candidato a presidente en 2023 con el mismo automatismo que en 2017 otros imaginaban segura la reelección de Macri y luego ocho años de Vidal o de Larreta con el clásico movimiento de ver el futuro como una proyección del pasado, saltando el presente, sin tener en cuenta su profundo efecto transformador.
Quienes la odian se mimetizan con ella y de la misma forma se colocan en pasado, asumiendo la agenda judicial de Cristina Kirchner como la más importante agenda del país, y lo que sucede en la Justicia ocupa más espacio en la puja discursiva que la economía y otros temas importantes. El acto del viernes en La Plata, con Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Cristina Kirchner como oradores junto a Sergio Massa y Alberto Fernández, les resultó otra confirmación de lo mismo, recortando del discurso de Alberto Fernández la frase “hice lo que me mandaste, Cristina”, que seguía diciendo “mirar a los ojos a la gente y verlos con el corazón” pero la palabra “mandaste” surgió como un rayo donde el hablante es hablado por su inconsciente y dice la plena verdad.
Al reducir la figura de Alberto Fernández reducen, al igual que Cristina Kirchner, el valor del presente a pura fuga del pasado hacia el futuro. El presente es algo que no es y el ahora es una nada que solo existe dejando de ser porque el tiempo solo pasa. Pero el tiempo es esencialmente cambio que no percibe quien melancólicamente cree que el futuro es regreso a su pasado: “Lo hicimos durante doce años medio y lo volveremos a hacer”, dijo Cristina Kirchner el viernes en el estadio de La Plata. El presente sería así mero límite sin duración, sin percibir que el porvenir nunca está dado porque de lo contraría ya sería presente.
La sobrestimación de CFK en su carácter de ser atemporal surge de la subestimación del tiempo, de reducirlo a la condición de nada, al eliminar la posibilidad de cambio, de negar que lo que se pudo hacer ayer no se pueda volver a hacer mañana porque cambiaron las condiciones y volverán a cambiar varias veces en los tres años que le quedan de gobierno a Alberto Fernández. Vivir el presente tampoco implica vivir sin plan solo el instante.
Para San Agustín –en Confesiones– “hay tres tiempos: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. Suerte de tres tiempos que solo existen en nuestras mentes. El presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la intuición directa y el presente del futuro es la espera”.
El porvernir es siempre siendo un otro distinto del que se es. El tiempo es cambio
El presente del pasado, que sería la agenda de los juicios de Cristina, y el presente del futuro, que sería el legado a la futura generación del kirchnerismo, cambiarán en función de la “intuición directa” (el presente del presente) que tenga Alberto Fernández al operar sobre los acontecimientos en el ejercicio del gobierno. Ni el pasado ni el futuro tienen existencia objetiva.
Cristina Kirchner argumentó en su discurso que el kirchnerismo volvió a ganar por la memoria del pueblo sobre lo que hizo cuando fue gobierno en el pasado, y siguiendo esa lógica solo volverá a ser votado en 2023 por lo que haga Alberto Fernández hasta entonces. El único tiempo que se dispone, el único tiempo real, es el del presente. Los recuerdos, como las esperanzas, son pedazos de nuestro presente.
Los astrofísicos denominan “el tiempo de la mirada hacia atrás” para explicar la presencia presente de un pasado que ya no existe. Por ejemplo, la galaxia Andrómeda aparece en el cielo actual como existió hace dos millones de años porque es lo que tardó la luz en recorrer tanta distancia. Para el sociólogo Eduardo Fidanza, Cristina Kirchner está en decadencia, y la imagen actual que se percibe de ella es la del pasado, como la de aquellas estrellas que hoy vemos brillar pero ya dejaron de existir.
Finalmente, sobrestimar o subestimar a Cristina Kirchner, subestimando o no a Alberto Fernández en consecuencia, no responde a objetivas ponderaciones del futuro, que no está dado ni podemos predecir, sino a los deseos y fantasmas que nos habitan.