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Entusiasmo y decepción

El Team de los Fernández No tiene ni un ápice de comunismo, es tan solo otro gobierno posibilista sin demasiado vuelo.

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Hace unas semanas, mientras en Diputados se trataba la ley de solidaridad y bla bla bla, vi por televisión que en las inmediaciones del Congreso se reunieron, para protestar, miles de simpatizantes de Macri, muchos con carteles que decían “No al comunismo”. ¿El comunismo? Distraído como soy, no me había dado cuenta de que por fin había llegado el momento que había esperado toda mi vida.

Emocionado a más no poder, me apresuré a salir hacia Callao y Rivadavia, mientras pensaba que ahora sí, ahora sí se iría a estatizar la banca y prohibir la especulación financiera, ahora sí se iba a llevar a cabo la reforma agraria postergada desde el siglo XIX, ahora sí las asambleas obreras iban a dictar el pulso de la producción, ahora sí se iban a clausurar los grandes grupos de medios, golpistas y desestabilizadores, ahora sí las mujeres tendrían el 50% de todos los cargos públicos, ahora sí se iban a confiscar todas las cuentas en guaridas offshore, ahora sí se iba a devolver al pueblo las empresas energéticas, usureras y corruptas, ahora sí se iría a escuchar palabras como autogestión, poder popular y compañeros de base, ahora sí no habría más hambre y, para los sectores populares, comer cuatro comidas diarias pasaría a ser un derecho y no una quimera. Mi corazón palpitaba como nunca antes. Yo, que trabajo profesionalmente de esto, sin embargo no encuentro las palabras para describir la emoción y el vértigo que me embargaba.

Pues, dejando atrás el móvil de TN, llegué a las puertas de la manifestación de la derecha, dispuesto a defender el futuro de las próximas generaciones (aunque benjaminiano como soy, pienso que las revoluciones se hacen en nombre de los que fracasaron antes y no de los hijos, se hacen para redimir el pasado y no para avanzar hacia el futuro). Flaco como estoy (lo bueno del macrismo es que me hizo bajar de peso), logré escabullirme por una hendija del Congreso y de golpe entré a la sesión. Entonces escuché lo que se allí se discutía, leí el proyecto de ley y las declaraciones del Team de los Fernández. No tiene ni un ápice de comunismo, es tan solo otro gobierno posibilista sin demasiado vuelo, con pizcas de retórica de ciencias políticas y no mucho más (tal vez pensando en el entorno fascista que nos rodea, eso solo ya no es poco y hay que defenderlo).

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Decepcionado, salí a la calle. Los macristas seguían allí, con sus carteles. Es curioso ¿cómo alguien puede pensar que esto tiene alguna relación con el comunismo, el socialismo o cualquiera de las formas –diversas y muchas veces antagónicas– que adquiere la izquierda contemporánea? El móvil de TN también seguía allí, mientras tanto yo ya estaba de vuelta en casa, abatido e intranquilo. Si pudieran, TN y los manifestantes voltearían al Gobierno lo antes posible. ¿Podrán?

Quise dejar de pensar en esas cosas, entonces, me dieron ganas de leer “Gracias, niebla”, de W.H. Auden: “Dentro, tenemos los espacios apropiados,/ confortables, propicios/ al recuerdo y la lectura,/ los crucigramas, las complicidades, la diversión./ Ante una sabrosa cena/ festejada con vino,/ nos sentamos en un alegre círculo,/ cada cual despreocupado de sí mismo/ pero atento a los demás,/ apurando el instante, pues qué pronto/ tendremos que volver,/ cuando los dulces días estén cumplidos,/ al mundo del trabajo y del dinero/ preocupados por esto o por lo otro”.