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Defensor de los Lectores

Errar es humano, pero en este diario resulta grave

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Obelisco. El cartel “El silencio e salud”, parte de la campaña de terror de la Triple A en 1974/75. | shutterstock

No pocas veces ocupé parte del espacio de esta columna dominical a comentar negativamente los errores (a veces, horrores) de tipeo o conceptuales, no corregidos y finalmente incorporados al cuerpo del diario. No se trata de un problema menor: cuantos más errores se filtran hasta llegar al lector, menos respeto tendrá éste por el medio que ha elegido, es decir PERFIL.

Es lo que señala Susana Calleja en su carta publicada en el Correo de hoy. Puntualiza su inquietud por la reiteración de estos hechos que no le hacen nada bien al diario y les restan valor a los contenidos. Tanto los errores de tipeo en títulos y textos como los epígrafes no coincidentes con las fotografías “transmiten falta de cuidado (o quizás de amor) hacia lo que están haciendo”, expresa y agrega: “No me dan ganas de leer algo que su autor, autora o persona encargada de editarlo cuidaron tan poco”.

El mail adjunta reproducciones con algunos ejemplos que Calleja detectó en la edición del domingo 16:

En la página 50, la bajada del título principal de la sección Policiales, dice: “…Cuatro de los hecho ocurrieron en Buenos Aires…”. Debió decir hechos, con s final.

En la página 32, Internacionales, el título dice: “Putin ofeció ayuda al presidente de Bielorrusia”. Falta la letra r en ofreció.

La bajada del título de la página 14, Política, señala: “Miientras el gobierno de Rodríguez Larreta…”. Sobra una letra i en mientras.

En la sección Espía del suplemento Domingo, páginas 2 y 3, las fotos y sus epígrafes son un verdadero galimatías: algunas imágenes se repiten en ambas páginas y los epígrafes no corresponden en su totalidad.

Por cierto, se trata de responsabilidades compartidas por los jefes, los editores de cada sección y los correctores del diario. No se trata de una cuestión menor, como se acepta más arriba, pero este ombudsman no quiere cargar las tintas contra las acciones u omisiones expuestas por la lectora y comprobadas por quien esto escribe: la reducción de personal motivada por los movimientos internos en la empresa editorial (la incorporación del noticiero, la integración del soporte papel con su par digital, etc.) y la consecuencia no deseada de la pandemia (buena parte de los editores, redactores,  correctores y diseñadores cumplen sus tareas de manera remota) dificultan un mayor y mejor control sobre los contenidos del diario, lo que no exime de responsabilidad al medio y a la editorial que lo produce.

Sin embargo, la lectora Calleja puede estar segura de que cada integrante de PERFIL mantiene el mismo amor por lo que hace desde que el diario salió a la calle, quince años atrás.

Confusión. Tiene razón el lector Dimas Peña al señalar un error cometido por el columnista Sergio Sinay en su aporte del domingo 16, página 25 (“El miedo y sus sacerdotes”). No fue la dictadura 1976/83 la autora de la frase “El silencio es salud”, sino el gobierno de María Estela Martínez de Perón. 

El 31 de marzo de 2016, Gustavo López publicó en Página/12 un esclarecedor artículo que comienza: “Con esa temible frase (el silencio es salud), López Rega sentenció la Navidad de 1974 con la excusa de una campaña contra los ruidos molestos, pero que incluía las opiniones de disidentes, periodistas, artistas, intelectuales, obreros y dirigentes políticos que osaran denunciar al terrorismo de 

Estado que se instalaba con la Triple A, como cabecera de playa de lo que vendría a partir del 24 de marzo del 76.” La campaña publicitaria basada en ese slogan se mantuvo varios meses y ocupó amplios espacios en la radio, la televisión, los medios gráficos y las calles de Buenos Aires y de casi todo el país.