Apareció el número y fue demoledor. No recuerdo exacto, pero ya había más del 60% de las mesas escrutadas y Cambiemos estaba al frente de la elección por dos puntos. Era demasiado evidente que de ninguna manera el número se iba a parecer a lo publicado por nosotros en PERFIL ni a casi nada de lo que había estado midiéndose por esos meses.
La publicación de una encuesta en un medio masivo de comunicación inicia una supuesta carrera hacia su verdad o falsedad. Si el número es igual o prácticamente el mismo que el resultado final, esa encuesta será entonces verdadera y noble; si el número no se parece al valor del día de la votación, esa encuesta estará adaptada a los deseos de un cliente imaginario y por lo tanto será una mentira. Ambas opciones son un lugar común de las feroces acusaciones hacia nuestra actividad.
Hay pocas situaciones de mayor vértigo para un consultor que recibir los primeros resultados de una encuesta. Se recolecta la información y se procede a hacer los cálculos. Un programa hace la cuenta y una pantalla devuelve en una imagen una tabla que dice que Scioli o Macri tienen una intención de voto dada. El consultor que mira la pantalla espera que esa tabla cumpla con ciertas expectativas, por ejemplo que los números estén alineados con los anteriores o que encuentren movimientos que puedan ser justificados o similares a los de otros colegas.
Quien escribe recibió el viernes a la medianoche el último número de la semana que arrojaba a Daniel Scioli con una intención de voto de sólo 37,6%. Además de que ya no era posible publicar un número actualizado (detalle no menor) no pude creerlo y lo desestimé. La encuesta no era el problema, el inconveniente era yo y la estructura de expectativas que había forjado alrededor de lo que suponía debía ser el resultado. ¿Qué hace Scioli tan bajo?
El jueves, un día antes de ese 37,6%, hicimos una encuesta telefónica en la provincia de Buenos Aires. Daniel Scioli sacaría en la provincia 37,7% (obtuvo 37,1%) con un Macri en 29,6% (obtuvo 32,9%) y acompañando el resultado una victoria de María Eugenia Vidal con una intención de voto de 41,3% (obtuvo 39,5%) sobre Aníbal Fernández 33,6% (obtuvo 35,2%). Pero si no se corta boleta, ¿cómo puede ser posible esto? Otra vez el problema era el análisis y no la encuesta. Sin poder creerlo, estimamos de manera correcta la victoria de Vidal.
Los datos que aquí se publicaron representaban un estado de situación de la opinión pública dos semanas antes de la elección. Nosotros mostramos incluso una distribución regional del voto que mostraba que con excepción de la zona central del país, en el resto se debían esperar victorias oficialistas, algo que sucedió. Lo que se consolidó en la última semana fue un fuerte corrimiento en Córdoba desde los votos de De la Sota hacia Cambiemos junto con los nuevos votantes no participantes en las PASO. Esa encuesta no logró tampoco encontrar un Macri mucho más fuerte en la provincia de Buenos Aires, algo que sí pudimos ver el jueves a tres días de la elección, pero, como también mencioné, sin poder creerlo del todo. La encuesta publicada en Perfil tenía a Macri en la provincia de Buenos Aires con 23% de intención de voto; a tres días de la elección ya estaba rozando el 30% en esa nueva encuesta.
Para que se comprenda la dimensión de este movimiento, para Cambiemos sólo Córdoba representa un 29% del total de su crecimiento en votos desde las PASO a primera vuelta. La provincia de Buenos Aires y la combinación de factores de Vidal y el rechazo a Aníbal representan otro 33% del crecimiento de Cambiemos. Entre Córdoba y Buenos Aires se condensa el 62% del total de su crecimiento, y si se agrega Santa Fe se llega al 73%. El resto son variaciones que a lo sumo no superan un aporte mayor del 5% al crecimiento total de Macri. Esto no estaba claro hasta los últimos días de la semana pasada y era imposible detectarlo antes. Esta fue la venganza silenciosa de las economías regionales contra Buenos Aires y el gobierno central en los últimos días de campaña.
Estoy convencido de que las alarmas sobre un resultado de estas características estuvieron siempre rodeándonos, pero yo por lo menos no supe verlas y asumirlas como reales. Los descubrimientos de la última semana fueron el corolario de otros llamados de atención fuertes (como la imagen negativa de Aníbal Fernández) pero que fueron descartados por el uso del pasado como lógica explicativa.
Esta semana ha sido un espanto para mi cabeza. Duele mucho, igual que mucho es lo que se aprende.
*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo.