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¿Es posible la paz en Ucrania?

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Bruselas. La reunión de los 27 países de la Unión Europea no tuvo los resultados esperados. | cedoc

Próximos a cumplirse, el 22 de febrero, los cuatro años de la invasión rusa a Ucrania, la guerra parece estancada y las negociaciones dilatadas.

Pero un cambio de visión lleva a asumir una situación distinta. La OTAN ya ha tenido una victoria decisiva. En diciembre de 2022, en un artículo publicado en The Spectator, Henry Kissinger, pocos meses antes de su muerte, decía que, para la paz entre Rusia y Ucrania, Moscú debía aceptar que la incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN ya era un hecho. El objetivo central de Moscú es reconstituir la Unión Soviética y evitar que la OTAN llegue a sus fronteras, lo que en realidad es un mismo objetivo.

Esta era una razón central de la ocupación de Ucrania, a la que Moscú ve como una zona que debe ser neutral entre la OTAN y Rusia. La frontera terrestre entre Rusia y Ucrania es de casi dos mil kilómetros y esto explica el objetivo ruso en términos estratégicos. Si Ucrania se incorpora a la OTAN, Rusia pasaría a tener una derrota estratégica importante. Esta ve el territorio ucraniano como una “zona de amortiguación” entre la ex-URSS y la OTAN.

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Pero como una consecuencia no planificada inicialmente, Finlandia primero en 2022 y Suecia luego, en 2023 (dos países que se habían caracterizado por su neutralidad durante la Guerra Fría) decidieron tomar partido y se incorporaron a la OTAN. Ahora Finlandia, con sus mil trescientos kilómetros de frontera compartida con Rusia, ha ampliado sustancialmente la de la OTAN con Moscú, que es exactamente lo que la segunda no quería. Suecia no tiene frontera con Rusia, pero sí la tiene con Finlandia, lo que da a ésta profundidad estratégica en su defensa.

En 2014 Ucrania perdió Crimea y parte del Donbass ante la ocupación rusa, que Occidente, liderado por Obama y Merkel, permitió. En el Donbass (cuyas cuatro provincias son las más industrializadas del país y donde se ubica su central atómica más importante, hoy bajo control ruso) se está librando la guerra. Kiev perdió en 2014 aproximadamente el 10% de su territorio.

Cuando Kissinger realizaba su planteo antes de que se cumpliera un año de la invasión, proponía que Ucrania debía aceptar una pérdida territorial en cuanto al Donbass, en las partes que ya se habían escindido para ser rusas y las que estaban ocupadas. Para esta región que estaba en disputa, proponía una solución diplomático-militar que implicaba fuerzas de paz ocupando el territorio y una consulta electoral a los habitantes del mismo respecto a qué país querían pertenecer.

Visto desde esta perspectiva, la OTAN ha ganado una guerra al incorporar dos países claves e incrementar en mil trescientos kilómetros su frontera con Rusia, que es la de Finlandia. Cabe señalar que hasta su incorporación la OTAN tenía 283 kilómetros de frontera con Rusia a través de Letonia, 227 de Lituania, 197 de Noruega, 210 de Polonia y 294 de Estonia. Es decir, un total de 1.230 kilómetros. En conjunto, son setenta kilómetros menos que la nueva frontera ganada por la OTAN con la incorporación de Finlandia.

Desde esta perspectiva, sobre estas bases no sería imposible intentar una negociación y lograr un acuerdo para una guerra que el próximo 22 de febrero cumplirá cuatro años y que ha producido entre ambos países un total aproximado de un millón y medio de bajas.

Mientras tanto, la cohesión europea en el apoyo a Ucrania se está debilitando. La reunión de los veintisiete países de la Unión Europea realizada en Bruselas para resolver el eventual uso de los fondos incautados a Rusia en favor del esfuerzo bélico ucraniano no obtuvo el resultado esperado. Rechazaron esta posibilidad Italia, Hungría, República Checa, Eslovaquia y Bélgica. Ello es suficiente para frenar la iniciativa. En ello ha jugado un rol importante el jefe de Gobierno belga, quien gobierna sobre la región de Flandes, de orientación nacionalista. Esta posición asumida –que puede ser caracterizada como prorrusa– incrementó significativamente su popularidad entre los belgas.

Al mismo tiempo, las tendencias electorales muestran el crecimiento de las fuerzas contrarias a asumir los costos y riesgos de una guerra con Rusia. En el caso de Francia, el partido que lidera Marine Le Pen –que siempre tuvo una simpatía hacia Putin– hoy ganaría tanto en primera como en segunda vuelta. En la reciente elección realizada en la provincia española de Extremadura, el partido nacionalista de ultraderecha Vox duplicó sus votos y será imprescindible para que el Partido Popular constituya gobierno. Se trata de otra evidencia al respecto.

Zelenski está sufriendo así cierto debilitamiento en su posición para la negociación que impulsa Estados Unidos y apoyan, entre otros países, Turquía y Qatar.

*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.