Esta semana la discusión del Presupuesto 2023 en la Cámara de Diputados fue noticia en todos los medios y seguirá siendo porque continuará en el Senado. Que el tema del Presupuesto figure en la agenda pública y sea motivo de discusión e intercambio en la ciudadanía, independientemente del grado de conocimiento y profundidad, es algo muy positivo, porque significa que todos nos involucramos en qué se hará en las distintas áreas y su impacto en nuestro futuro. Como sabemos las políticas se evalúan en su prioridad, interés y real aplicación a través de su presencia en el Presupuesto. Los anuncios de políticas, sin o insuficiente expresión presupuestaria, son demagogia. Por eso cuando se quiere evaluar un gobierno nada mejor que analizar el Presupuesto, porque allí es donde se encuentra la expresión inequívoca de sus intereses.
Veamos entonces qué Presupuesto envió el PEN al Congreso y qué implican esos números. Es evidente que éste tuvo algunos indicios que se plantearon con el ajuste que hizo el ministro de Economía cuando asumió. Y si bien en alguna medida esos recortes se basaron en la baja ejecución de algunas partidas, nos mostraban por dónde vendrían los recortes y cambios. Y así fue; el Presupuesto 2023 tiene cambios importantes en el área niñez y políticas de género. En niñez en su conjunto disminuyó un 10%. Si se consideran los componentes, la Asignación Universal por Hijo –AUH– que es la más importante, registra una disminución del 12%. La menor asignación se acompaña de la disminución de las metas o sea personas a cubrir de algunos programas como el alimentar, que disminuyó su asignación. Este programa complementa la AUH, pero solo hasta los 14 años, los de 15 a 17 están excluidos, algo que se debe corregir ya que la adolescencia es un período crítico de la niñez. En un país donde el 51% de la niñez está bajo la línea de pobreza e indigencia, apoyar a las familias con niños y con bajos o ningún ingreso es fundamental. Según el Observatorio de la deuda de la UCA la inseguridad alimentaria creció y ahora asciende al 30%. Las cifras muestran que los casi siete millones de niños pobres, 1.700.000 quedan sin apoyo alimentario. Por eso no solo llama la atención, sino que preocupa la disminución de asignación al plan alimentar porque no va a aumentar el déficit. La inseguridad alimentaria se expresa en la cantidad de hogares en que solo hacen una comida diaria. No vemos que les diputades lo estén planteando en la discusión presupuestaria, si bien en algunas Comisiones lo están señalando, pero en la de Presupuesto las voces se centran en otros temas. Esto es lamentable, porque sabemos la importancia de la alimentación adecuada y suficiente de la niñez que es un requisito básico para el futuro desarrollo intelectual y físico. Si disminuimos el apoyo alimentario estamos diciendo que no nos interesa el futuro de nuestro capital humano, aunque sigamos diciendo que la niñez es nuestra prioridad. Podemos discutir cómo hacer ese apoyo, pero no qué debe hacerse. Hay también recortes en el área educativa destinada a la niñez, algo inadmisible por la situación resultante de la pandemia, allí tampoco se prioriza.
En síntesis, disminuye el Presupuesto asignado a la niñez. Se alzan las voces como Unicef que recuerdan la Convención de los derechos de niñas, niños y adolescente y marca que los fondos para la infancia son intangibles. Nuestro país ratificó esa convención y aprobó la ley 26.061 que asume la mayor parte de los compromisos planteados en la convención, excepto el régimen penal. Este Presupuesto incumple este compromiso, del 13,8% del Presupuesto en el 2020 asignado a la niñez, baja al 9,8% en el 2023. La niñez no es una prioridad, eso deben asumir nuestros gobernantes.