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Escritores y turistas

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Hace poco estuve en París, invitado a la primera Feria Mundial de Libros y Música Cumbia. Allí fui con mi cuarteto y realmente la pasé bomba: como ninguno de mis discos está publicado en Francia, pasé casi desapercibido. Sólo tuve que dar un recital para jubilados en un cuartel de bomberos, y no mucho más. Mientras los otros miembros de la delegación, cuya obra es profusamente conocida en la Ciudad Luz (incluso uno salió en la tapa de la célebre La Quinzaine du Cumbia), no pararon de dar entrevistas, acceder a compromisos, tener obligaciones de todo tipo, a mí me sobró el tiempo libre. Pues no quisiera ser yo el aguafiestas que, al mencionar –como pienso hacer a continuación– a un grupo de interesantes escritores brasileños que integran la delegación de San Pablo (ciudad invitada de honor a la Feria del Libro de Buenos Aires) y que no son aún demasiado conocidos entre nosotros, haga que recaiga sobre ellos la atención y les quite tiempo para ir a visitar los principales atractivos turísticos de nuestra ciudad. Por supuesto, no será el caso (eso implicaría suponer que esta chronique littéraire es leída por alguien o tiene alguna clase de influencia. Obviamente, no es así).

El primero de estos escritores es Marçal Aquino –nacido en 1958–, de quien sólo se conoce un libro en castellano, Yo recibiría las peores noticias de tus lindos labios (editado por Océano), novela a medio camino entre el policial y el género amoroso, en la que en verdad se narra una espera: la de la mujer casada que espera la llegada de su amante, un fotógrafo que arriba casi por accidente a una de esas ciudades mineras en medio del Amazonas. De Aquino leí también una novela anterior, llamada Cabeça a prêmio, que narra una historia entre pistoleros, crímenes y venganzas, pero sin caer nunca en los lugares comunes del género policial negro contemporáneo. La última novela de Aquino es O invasor, que no leí aún, y que creo que la propia editorial Océano va a publicar dentro de poco.

Reinaldo Moraes, nacido en 1950, es seguramente el autor inédito en castellano más destacado de la delegación. Su novela Pornopopéia puede leerse como una de las formas más agudas de cierta desmesura, de la imposibilidad de detenerse a tiempo, del exceso como ética literaria. Sus casi 500 páginas se me hicieron tan insoportables como geniales, todo al mismo tiempo. Relato desquiciado del underground paulista, Pornopopéia es una de esas novelas que superan la dicotomía trivial sobre si un libro es bueno o malo, para convertirse en algo único, diferente. Igual interés me despertó Tanto Faz, su primera novela, especie de retrato generacional de la década de 1980 y de cierta fascinación que todavía ejercía París entre los jóvenes.

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Emilio Fraia –nacido en 1982– tiene la desdicha de haber sido seleccionado por la revista de origen inglés Granta, en el número de “los mejores escritores jóvenes brasileños”. Repitiendo esa operación de lengua en lengua –en castellano, portugués, etc.–, a esta altura no es difícil afirmar que Granta encarna la falta de gusto y la chantada a escala global. Pese a eso, disfruté de O verao do Chibo, novela escrita en colaboración con Vanesa Barbara sobre el mundo de la infancia, y de muchas de sus colaboraciones en Piauí, probablemente la más interesante revista brasileña de la actualidad.