Irascible. Enojado. Frustrado. Aturdido. Triste. Aún Scioli no logra recuperarse del golpazo electoral de hace una semana. Y bajo semejante estado de shock, del que debería escapar cuanto antes si quiere mantener alguna chance de instalarse en la Casa Rosada, acaso el sciolismo no haya tomado las mejores decisiones para dar vuelta la percepción general de derrota pese al pírrico triunfo conseguido.
Repasemos. Pese a su promesa, no reapareció en público tras su primer discurso post electoral. En la conferencia de prensa del lunes, brilló por su ausencia algún atisbo de autocrítica. No pudo evitar que trascendiera la negativa de Lavagna y De la Sota a sumarse a su eventual gabinete, que ya había llenado antes de la elección. Trató de mostrar fortaleza junto al resto de gobernadores peronistas, en la asunción de Manzur en Tucumán, cuando el mensaje de las urnas fue contra esa imagen de caudillos gastados: dos de cada tres votaron por cambiar.
Donde cambió Scioli fue para peor. Contra la campaña positiva que desarrolló hasta el domingo, él mismo inició una pertinaz y creciente ofensiva para infundir temor si gana Macri, pese a que los bonaerenses parecieron temerle más a Aníbal Fernández. Las dosis de inyecciones de espanto se multiplicarán, seguramente. Lo mismo que las súbitas promesas, que en realidad desnudan lo que el gobierno de su fuerza no hizo.
Tampoco lo ayuda el kirchnerismo. El regreso público de Cristina con su show de siempre y la amenaza privada de Zannini de que se bajaría de la fórmula si toma distancia del Gobierno (anticipado por Julio Blank en Clarín y confirmado por fuentes sciolistas a PERFIL), más los pases de facturas internos, horadaron aún más estos primeros pasos del candidato hacia el ballottage.
Scioli enfrenta una disyuntiva compleja y tal vez irresoluble para las próximas tres semanas. El electorado ajeno al que intentará seducir expresó que quiere una dosis de cambio, mientras el propio quiere y presiona por acentuar la continuidad y alertar de los peligros de cambiar.
De tamaña esquizofrenia no se sale fácil en tan corto tiempo. Ni se supera demonizando al rival.