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Expiador. El ex ministro Ginés González García. | cedoc

A pesar de la tendencia creciente a funcionar en modo surrealista que tiene la mente de Elisa Carrió, aún mantiene sus momentos de aguda brillantez. Por ejemplo, cuando frente al –bautizado periodísticamente– Vacunatorio Vip, ella dijo: “¿Cómo no esperaban un vip? ¿Nos escandalizamos por un salón vip que siempre existió? La verdad es que lo que me sorprende es que hablen de escándalo”.

Paralelamente, era esperable, más tarde o más temprano, que lo mismo que le había dado alas al Gobierno –el combate al coronavirus– se transformara en su Talón de Aquiles. Las causas de los divorcios no pocas veces son las mismas por las que una pareja se enamoró. Tanta aprobación cosechada por el Gobierno en el comienzo de su combate al covid generaría espacio para la decepción. Espacio que la oposición naturalmente estaría buscando. Comenzó como “el pelo al huevo”, como se quejaba Kicillof y terminó siendo el mal estado del propio huevo.

Primero fue la discusión por el origen de las vacunas. Que no se compraba la norteamericana de Pfizer y sí la rusa que no había publicado en The Lancet. Mientras se ponderaba a Chile por vacunar omitiendo que la vacuna china con la que lo hacía tampoco había publicado en The Lancet. Y hasta se rumoreaba por lo bajo que las vacunas de AstraZeneca-Oxford cuya base fue fabricada en Argentina y envasada en México tendrían problemas y eso habría sido el motivo oculto del viaje de Alberto Fernández a México. Ahora se celebra la llegada de todas las vacunas sin publicación, recientemente la china para los maestros. Y el anuncio de que el laboratorio argentino Richmond fabricará la vacuna Sputnik en nuestro país hace subir 30% las acciones de la empresa.

Superada la discusión sobre las vacunas, el Talón de Aquiles se trasladó a la vacunación: desde la distribución hecha por La Cámpora con fines partidarios, la pérdida de lotes por desorganización en la tarea de mantener la cadena de frío, la autovacunación de autoridades municipales y provinciales a lo largo de todo el país, hasta el robo de vacunas y finalmente la bomba neutrónica del Vacunatorio Vip con Horacio Verbitsky como ejemplo paradigmático.

¿Cuánto dura un escándalo en Argentina? ¿Hasta que otro escándalo lo suceda?

Aunque de por sí hubiera sido grave solo con otros, que Horacio Verbitsky fuera el primer caso conocido sumó atractivos al escándalo. ¿Cómo podría tenerle miedo a un virus a quien se le adjudica desde Montoneros hasta haber planificado el atentado con mayor cantidad de muertes antes de la AMIA? ¿Cómo alguien a quien se le asignaba medir con perfecta precisión cada acción podía ser tan torpe de no comprender el profundo daño que se estaba infligiendo a sí mismo y a sus afectos? De ahí la necesaria explicación de que lo había hecho a propósito para favorecer a Cristina en detrimento de Alberto Fernández con el reemplazo del ministro por otro más afín a la vicepresidenta. La propia Estela de Carlotto sospechó públicamente de las motivaciones de Verbitsky.

La necesidad humana de construir teorías que permitan sustentar la previa visión del mundo de cada uno, como no podía ser de otra manera, en un hecho que marca a la humanidad, tuvo en el covid y sus combates la posibilidad de conjeturar todo tipo de especulaciones.

El Gobierno estuvo siempre jugando con fuego al manipular un elemento altamente explosivo a la más mínima chispa. Y como suele suceder, terminó explotándole. La pregunta ahora es cuánto dura un escándalo en la Argentina. ¿Se olvida cuando otro escándalo ocupe la mente de la sociedad? ¿Se lo borra si la situación económica mejora y se hace conveniente para una mayoría de ciudadanos votar por al oficialismo en las próximas elecciones? O, como muchos pronostican, la herida no cicatrizará y producirá para el Gobierno un daño electoral comparable a la muerte de Nisman en 2015 y aun mayor?

Frente a cuestiones que potencialmente afecten la vida de sus seres queridos la gente es mucho menos tolerante. En igual proporción que ante las cuestiones económicas personales es mucho menos tolerante que con la corrupción.

¿Hay en el estupor por el vacunagate una condensación por otros malestares? ¿La economía?

La respuesta a las hipótesis anteriores dependerá de cuánto tendría que mejorar la economía para compensar el escándalo del Vacunagate, y de qué tamaño tendría que tener una campaña de vacunación masiva para dejar en el olvido al Vacunatorio Vip.

Otro punto de análisis sobre los efectos en la opinión pública del Vacunagate es cuánto del impacto que produjo no es propio sino un síntoma de un enojo acumulado con el Gobierno por otros temas –la situación económica, por ejemplo– que encuentran en el Vacunatorio Vip el elemento desde donde poder expresar su malestar. Está probado que las quejas sobre la corrupción crecen cuando la situación económica es mala y descienden cuando es buena. Algo podría venir indicando el alto rating que obtienen desde antes del escándalo del vacunatorio Vip los programas de televisión y radio protagonizados por conductores indignados que interpretan el enojo de su audiencia.

Hipocresía fue una de las palabras más mencionadas para referirse a la doble moral de los vacunados y los vacunadores, pero no se puso suficiente foco sobre otra característica reveladora del alma humana: la ingenuidad. ¿Cómo quienes recibieron y dieron las vacunas creyeron que podrían hacerlo sin que se hiciera público en una época donde los celulares son cajas de registro audiovisual de todo lo que ocurre? Misma ingenuidad que la del enfermero que se robó el emblemático anillo de Menem y creyó que podía pasar inadvertido y, en otra escala, la de Lázaro Báez y los demás condenados recientemente por lavado de dinero agravado en la causa bautizada periodísticamente la ruta del dinero K. No leyeron a Sigmund Bauman, quien hace ya dos décadas escribió que había muerto la intimidad.

Ver a personas con niveles de inteligencia no menores a la media actuar tontamente lleva a recordar la asociación que Sócrates y Platón hacían entre el mal y la ignorancia en cualquier campo del conocimiento incluso el emocional.