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Excursión in situ

María Moreno en Subrayados (cito de memoria, seguramente con algún margen de error) dice que buena parte de su formación la hizo en librerías de viejos.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Se me ocurrió una idea genial para dar el batacazo y pasar al frente: convertirme en influencer. De hecho, la idea puntual es la siguiente: volverme influencer del fracaso. De autores que, en vida, luego de haber escrito una gran obra, no obtuvieron más que dos o tres reseñas, con elogios bastantes modestos y que, en ventas, nunca agotaron ni siquiera una edición de sus libros, a veces menos. ¡Seguro que con eso me vuelvo millonario! Pero ahora que lo pienso, es a lo que me vengo dedicando desde hace años, décadas ya, sin haber prosperado en absoluto, con, al día de hoy, $ 314 en la cuenta del banco en la que este prestigiosísimo bisemanario me deposita el sueldo. Descartada entonces la idea (más que descartada, llevada a cabo cada día), decidí usar ese dinero para, junto con dos amigos, dirigirme a una tan célebre como secreta librería de usados en la que, otro viejo amigo en común, habría vendido una parte de su biblioteca. Pues una vez allí, revolviendo entre pilas de libros, viendo entrar y salir clientes que pasaban a retirar el libro que habían comprado por internet (de las casi dos horas que duró la excursión, nosotros fuimos los únicos que fuimos in situ a encontrar y eventualmente comprar libros) rápidamente hallé un ejemplar de un libro escrito por mí, en mis ratos de ocio (es decir, el día entero). Entonces surgió una duda: por el tipo de libros que ofrece la librería, ese libro no encajaba allí. Era raro que estuviera. Pero justamente, por la inadecuación del libro a la librería, no podía haber procedido de otro lugar que de la biblioteca de mi viejo amigo. Pues, un leve escozor de sorpresa recorrió mi cuerpo unos segundos. Solo unos segundos. Porque, inmediatamente, mi estado de ánimo cambió hacia la alegría y el entusiasmo. ¡Qué mejor destino para un libro mío que ser vendido y que un amigo se haga unos pesos! (y que luego un potencial lector lo compre barato). Si tuviera que formular un criterio de éxito literario, sería éste: que, en el futuro, un lector joven encuentre un libro mío en una librería de viejos, y diga: “este tipo me suena, lo voy a comprar a ver qué onda”. María Moreno en Subrayados (cito de memoria, seguramente con algún margen de error) dice que buena parte de su formación la hizo en librerías de viejos. A esta altura de mi vida, diría que hasta me siento halagado de que mi viejo amigo –en caso de que haya sido él– vendiera mi libro (inmaculado, sin haberlo leído) a una muy buena –aunque un poco cara– librería de usados. Entre tanto, cambiando de tema (o no tanto) quisiera dirigirme a mi amiga R.S., a punto de partir a Turín: Cara R: no dejes de ir a Bussola, en la Via Po, una de las mejores librerías de viejos que conozco. Pero, en mi experiencia, hay que ir al menos tres veces para entenderla: los libros no están ordenados ni por tema ni por autor, sino por editorial. Una pared para Adelphi, otra para Bompiani, otra para Donzelli, etc. Eso implica que un mismo autor puede estar en estantes distintos y distanciados (en caso de que haya publicado en más de una editorial), por lo tanto, encontrar toda la obra de un autor lleva su tiempo. Luego de esa primera dificultad, todo es perfecto: en la pared de Einaudi, en su hermosa colección Nouvi Coralli, de tapa blanca, me hice de Il mare colore del vino, de Leonardo Sciascia, primera edición, de 1973, por una bicoca.