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Feria y otras cosas

Hablar de política en un suplemento cultural es de mala educación, y mis padres me educaron para ser un hombre de bien.

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Según entiendo del discurso del Gobierno y de los multimedios ultramacristas (es decir, la inmensa mayoría de los medios), la economía es un desastre –la pobreza supera el 30%, hay inflación altísima, recesión, desocupación, y nuestra vida cotidiana es miserable– debido a que los primeros tres años padecimos la herencia recibida de Cristina. Y el último año –donde la calamidad llegó a niveles inconmensurables–  todo empeoró por el temor a que gane Cristina. ¡Increíble, no nos dimos cuenta pero estos cuatro años gobernó ella! ¡Somos unos distraídos bárbaros! En fin, no sé por qué me meto en este berenjenal, no tengo que hablar más de política: si lo hago se me enoja el vecino de enfrente en el palier y los de abajo mandan telegramas en mi contra a la administración del consorcio. Tengo que escribir solo de cultura, y si es posible solamente de libros. ¿Pero la cultura y los libros no hablan también de política? Eh... bueno, no sé… no importa: hablar de política en un suplemento cultural es de mala educación, y a mí mis padres me educaron para que sea un hombre de bien.

Sucede tal vez que escribo en estado de decepción. ¿Igual que esa clase media que apoyó a Martínez de Hoz, votó a Menem y a Macri y luego se decepcionó? No. Lo mío es mucho más profundo: acabo de decidir dejar de ver Mi vida eres tú, la telenovela turca que pasa Telefe. ¿Decepción, dije? ¡Decepción total! Después de El sultán, verdadera obra maestra de la cultura contemporánea, Mi vida eres tú es un bodrio. Es cierto que el que hacía de sultán también actúa en esta, e incluso ahora también apareció el actor de Ibrahim Pacha. Pero si Suleimán era ambiguo hasta el extremo (a tal punto que el presidente Erdogan quiso prohibir la serie: no le gustaba un sultán dominado por una mujer), aquí el coronel Cevdet, intentando ser opaco, termina siendo transparente y previsible; sin contar que el trágico Ibrahim –el poderoso gran visir que en verdad era tratado como un esclavo por su mujer y el propio sultán, dueños de la sangre aristocrática de la dinastía otomana– no tiene comparación con el patético Mister Hamilton. Y sobre todo, Azize –a cargo de la actriz más inexpresiva de la historia de las telenovelas desde Grecia Colmenares– no le llega a los talones a la genial Sultana Hurrem, sin dudas el personaje femenino más grandioso que haya dado la cultura pop. No hace falta seguir viéndola, ya sabemos el final, todo es tan obvio que no vale la pena continuar gastando palabras en estas cosas. Bueno, hasta el domingo que viene, fue un gusto haber escrito esta columna.

Ah, perdón, ¿me faltan todavía 750 caracteres? ¿Y ahora qué hago? Ya sé: decir algo sobre la Feria del Libro. Entonces: en el Nuevo Barrio me gustó el stand colectivo llamado Cóctel, formado por las editoriales Marciana, Notanpuán, Tenemos las Máquinas y Excursiones, esta última dedicada al ensayo latinoamericano, que poco a poco va construyendo uno de los catálogos más interesantes de hoy en día: Diego Tatián, Néstor Perlongher, Hernán Ronsino, Sergio Chejfec, Ezequiel Alemián, Paulo Leminski, Sara Gallardo, César Vallejo, Alfonsina Storni, Luigi Amara, entre otros. También me alegró que Alemania volviera a tener stand, después de años de ausencia. Sobre la Feria diremos algo más la semana que viene, en caso de que la Argentina dure hasta entonces.