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Festejo amargo de Mauricio y Alberto

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Mauricio Macri y Alberto Fernández. Presidente actual y mandatario electo a partir del 10 de diciembre. | Cedoc

Apenas se definió el resultado electoral, tanto el candidato triunfador como el derrotado hallaron rápidas y obvias razones para celebrar. También para lamentar.

Alberto Fernández no debía parar de pellizcarse en pos de descubrir si su consagración presidencial no era parte de un sueño, lo que siquiera había imaginado seis meses atrás, hasta que Cristina lo ungiera en la fórmula. Ganó además claramente en primera vuelta y superó el porcentaje conseguido por CFK cuando fue electa por primera vez, en 2007.

La celebración se empañó un poco por el recorte de la ventaja obtenida por el FdT en las PASO: de 16 a 8 puntos, aunque cerca de AF creen que en el escrutinio definitivo se ampliará esa diferencia uno o dos puntos. No llegan igual al simbólico 54% de Cristina reelecta (que ciertos albertistas agitaron) y los obligará a una mayor negociación con la oposición legislativa.

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Mauricio Macri no pudo darla vuelta y regresará al llano de las afueras de la función pública, por donde no anda desde hace 14 años. Su notable mejoramiento electoral respecto de las primarias no solo robustece al actual oficialismo en su próxima función opositora: lo fortalece a él para intentar evitar el ostracismo al que pretendía correrlo el posmacrismo. Tampoco debería creerles tanto a los que le dicen que sigue siendo un líder, pues son los mismos que le dijeron que iba al ballottage o que venció pese a perder. En fin.

Con el paso de los días, Fernández y Macri encontraron renovados sinsabores, que acaso no llegaron a sorprenderlos.

El presidente electo tuvo que acelerar su puesta al tanto de las enormes dificultades que afrontará a partir del 10 de diciembre y de las decisiones que tendrá que tomar. Algunas de ellas, lanzadas desde su equipo económico, se detallan en esta edición de PERFIL. Más de una puede impactar en la supuesta armonía interna del Frente y en el proyectado pacto social con empresarios y sindicalistas.

El presidente saliente ya empezó a tomar nota del despoder definitivo, que se había iniciado con el “palazo” de agosto. Hay algo peor a que su amigo Trump no lo hubiera contactado en todo este tiempo y lo llamara el viernes 1° a Alberto. Algún operador judicial le advirtió que su mejoramiento electoral no detendrá la decisión de un sector de la Justicia de que se inicie su desfile por Comodoro Py en causas vinculadas a las empresas de su familia. Dejar de ser tiene estos riesgos.