Por qué exactamente generan rechazo las propuestas de Donald Trump, candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos? A continuación propongo una explicación desde la óptica de la filosofía política.
Consideremos las propuestas en materia de inmigración. En su mejor luz, el argumento de Trump es que Estados Unidos es soberano y, como otras comunidades políticas, tiene derecho a la autodeterminación democrática. Por ello, tendría derecho a decidir sin restricciones el contenido de sus políticas inmigratorias, así como el de tantas otras políticas públicas.
Trump sostiene que Estados Unidos es el único país del mundo que, en materia de inmigración, ha puesto las necesidades de otras naciones por encima de las propias. Se opone a una política inmigratoria liberal porque los inmigrantes podrían querer imponer sus tradiciones culturales y sus valores, que podrían llevar a erosionar la cohesión de la sociedad. Además, Estados Unidos debería también restringir la inmigración por razones de seguridad: la apertura de sus fronteras a favor de una minoría religiosa o étnica podría llevar al caos social. Según Trump, es necesario proteger a los Estados Unidos de estos potenciales males y él debe ser el encargado de hacerlo.
¿Por qué son objetables estas propuestas? Porque son incompatibles con el compromiso de las sociedades democráticas modernas con la igualdad moral y política de las personas: las instituciones políticas tienen el deber de tratar a todos con igual consideración y respeto, es decir, respetar su dignidad. Este compromiso es el corazón de los derechos humanos y de los valores de la tradición política estadounidense. En una sociedad democrática liberal, el Estado no puede discriminar por razones de sexo o clase social, ni por razones raciales o por el origen geográfico de una persona.
Además, tomar en serio la dignidad de cada persona exige que el Estado sea respetuoso de las diferentes concepciones de la excelencia humana, aunque sean valores que disgusten a la mayoría (siempre que no atenten contra las libertades de los demás). Así, entonces, en una sociedad democrática comprometida con la igualdad moral, es inadmisible usar a alguien cuyos valores no son populares como un mero medio para llevar tranquilidad a uno o varios sectores de la sociedad –esto es lo que parece querer hacer Trump–. Podría objetarse que un Estado debe poder rechazar el ingreso de extranjeros porque debe garantizar la seguridad de los miembros de la comunidad. Por supuesto, puede hacerlo con los extranjeros que planeen terminar con sus instituciones justas, pero debe hacerlo de un modo que sea consistente con los compromisos políticos de la comunidad. Por ello, muchos estadounidenses se han opuesto a que se mantenga en funcionamiento la cárcel de Guantánamo.
En definitiva, entonces, el rechazo a Trump es el rechazo a una filosofía política pobre, que no entiende que el derecho a la autodeterminación democrática de una comunidad no incluye una autorización para avasallar la dignidad de las personas invocando como excusa el bienestar general.
*Decano ejecutivo, Escuela de Derecho, Universidad Torcuato Di Tella.