Prefiero los libros o las revistas a las fotocopias. Es una obviedad, por supuesto, pero no –o no tanto– en este caso, teniendo en cuenta que llegué al papel impreso recién ahora, muchos años después de tenerlo en fotocopia. La historia es así: la única vez que fui a Lima, traje todo lo que encontré sobre Martín Adán. Teniendo en cuenta que yo ya tenía su Obra poética en prosa y verso (Fondo Editorial PUCP) más varias ediciones de La casa de cartón, y otras cosas menores, como Entrevistas (compilación de Andrés Piñeiro, Pontificia Universidad Católica de Perú), no había mucho más para descubrir, sin contar, además, que la obra de Adán, probablemente el más grande poeta y narrador peruano del siglo XX, curiosamente no se encuentra (o no se encontraba en ese entonces) fácilmente en las librerías limeñas. Pues, la última noche en esa ciudad, o mejor dicho, no noche, sino en la tarde-noche (porque serían alrededor de las 19.30), estaba yo tomando algo con unos amigos locales cuando uno de ellos mencionó Aloysus Acker, largo poema –casi un libro breve– que Adán habría escrito hacia 1931 y destruido unos años después (tal vez en 1934). En la Obra poética no estaba incluido (Adán prohibió la reproducción del poema para siempre) y, en cada una de las librerías –de viejo y de nuevo– a las que fui, me fue imposible hallarlo. Pero esta persona no solo mencionó el poema, sino que me dijo que lo tenía en la edición fragmentaria (a la que supuestamente le faltan partes enteras) en una edición restringida de 1947. Siendo esa persona el anfitrión del encuentro, se dirigió a su biblioteca y trajo el ejemplar del libro. De allí, salir urgente a buscar una fotocopiadora abierta fue todo uno (o más de uno, dos: esa fue la cantidad de horas que tardamos en encontrar una, en la mesa de entrada de un sanatorio privado en la que una de sus empleadas era amiga de mi amigo y nos hizo el favor). Y ahora, como venía diciendo, tantos años después, veo que en el más reciente número de Rapallo (N° 6, noviembre de 2020) se reproduce el poema, en una versión algo diferente a la que yo tenía, hecho que lo vuelve todo más atrayente. Precedido por una introducción de Facundo Ruiz –a la que yo le hubiera pedido un tono menos juguetón y más información sobre la historia del poema, la de su publicación y la de las lecturas posteriores–, gracias a la publicación de Aloysus Acker, el N° 6 de Rapallo pasa a integrar el pequeño lote de ejemplares que dentro de un tiempo –años, tal vez décadas– vuelven a una revista en imprescindible.
Luis Alberto Sánchez interpreta el poema como parte de la influencia que el pasaje de Gilberto Owen por Lima, en 1931, generó sobre Adán y sobre varios de los poetas de vanguardia peruanos. Elegía y desesperación son los términos que usa (cito de memoria, tal vez no sean exactamente esos) para calificar al poema, que bien podría también definir el tono de los poetas en torno a Los Contemporáneos, la revista mexicana a la que Owen era cercano. Pero Owen era notoriamente menos interesante que el cuarteto formado por Villaurrutia, Novo, Gorostiza y Pellicer, el grupo sin grupo, clave en la poesía mexicana. Y en verdad, Aloysus Acker no es un gran poema. Pero eso es un detalle, algo nimio. Interesa el mito de la poesía y el de su circulación, el resto no tiene la menor importancia.